- Chile:25 de Abril de 2018
La gestión del agua y la construcción de sociedad
Stefanía Vega Zúñiga
Penco, Pidenco, Choshuenco, Cunco, Melipeuco, Temuco y Quidico. Cada uno de estos nombres tienen por común dos cosas: la primera de ellas es que hacen referencia a alguna localidad correspondiente al ancestral territorio mapuche, la segunda es que poseen la terminación co, que traducido al español significa agua.
El agua como bien común, desde siempre ha sido un elemento que convoca, que atrajo a nuestros antepasados a habitar los diferentes espacios y territorios, incluso en lugares que aún hoy nos pudiesen parecer adversos, pero que sin embargo, a saber por sus nombres, poseían -y más aún en aquellos tiempos- una importante presencia de este vital elemento. Asimismo, desde lejanos tiempos, su gestión requirió de ciertas “instituciones” que se hicieran cargo de su tránsito, de sus desvíos, en definitiva de su administración. En el mundo andino, por ejemplo, convocó a comunidades o ayllus completos a realizar trabajos comunitarios en torno a la limpieza de sus canales, por medio de la Mita.
Sin embargo, en la actualidad la gestión de ésta, poco tiene que ver con lo comunitario y muchos de los territorios terminados en co-agua, carecen de aquella esencial y fundante nomenclatura.
La pregunta es ¿cómo es que estamos en esta crisis? Considerando que Chile es un territorio privilegiado por su larga extensión cordillerana, que alberga 101 cuencas hídricas, 24.114 glaciares inventariados hasta el momento (que se traduce en el 90% de los glaciares existentes en Sudamérica), que posibilitan la existencia de ecosistemas con la capacidad de aportar agua a los cauces de ríos de manera permanente, incluso en tiempos de sequía, además de regular el termostato del planeta, factor crucial en el actual contexto de cambio climático, y que por ello, nos hace responsables de salvaguardarlos.
No obstante lo anterior, en la actualidad varias regiones, provincias y comunas completas han sido declaradas con agotamiento de aguas superficiales o escasez hídrica. Frente a ello, podríamos enumerar algunos ejemplos que se divisan en los diferentes territorios como son: la permanente pérdida de biodiversidad y con ello del bosque nativo a fin de fortalecer la expansión del monocultivo forestal, o la desertificación y acidificación de los suelos que ha significado el “instalar” a Chile como potencia agroexportadora, la expansión de la industria inmobiliaria, que arrasa con el bosque precordillerano y los humedales costeros, además de un sistema que permite la privatización de las aguas desde la creación del Código de Aguas que nos rige desde 1981 y que posibilita la inigualable fórmula de división existente entre la tierra y el agua.
Con ello, el manejo del agua ya no está a cargo de la comunidad o el Estado, sino que queda expuesto abiertamente a la especulación del mercado. De esta manera, no sólo se despoja de este bien a quienes menos tienen, sino que se asienta una concepción de la gestión que poco entiende de mitas y reciprocidades, en cambio pone precio incluso a aquello que como seres vivos nos es dado, instala juntas de vigilancia, como custodios de nuestras/sus aguas, que para los vigilantes se traduce en mercancías y acciones, pero que para los diferentes territorios no es más que la traducción de la asimetría que significa que tras cada uno de los “emprendimientos” antes mencionados, exista una gran familia que detenta el control de un territorio determinado, por sobre las múltiples familias que ven cómo el agua ya no pasa por su predio, cómo su territorio se va desertificando, y con ello, todos los tipos de economías terminan subsumidas en un salario.
Así es como -una vez más- presenciamos la distancia que existe entre la sociedad y la denominada clase política, quienes promueven embalses y des-saladoras como soluciones, cuestionables soluciones, para la escasez hídrica que nos afecta, optando por “invertir” en camiones aljibes, transformar ecosistemas o trasladar a comunidades completas, sin tocar el modelo de privatización y más aún invocar la certeza jurídica, para la tranquilidad del sector empresarial minero y agroexportador, nacional o transnacional, a fin de asegurar menos trabas a la “maquinaria del desarrollo” o a los “proyectos de inversión” que tanto se mencionan, pero de los que se da poca cuenta de los impactos que generan en nuestros territorios. Es decir, desde el gobierno se hace guiño a la certeza jurídica, pasando una vez más por sobre la idea del agua como bien común de uso público, y de nuestros derechos humanos.
Las demandas están instaladas, agua para los pueblos no es más que la certeza de que otro modelo más justo es posible. También es la certeza de que con el agua se riegan las múltiples posibilidades que se gestan desde los diferentes espacios y geografías, ratificando la idea de que en un mundo diverso, es el que permitirá plantear las múltiples opciones frente a los evidentes impactos provocados por el extractivismo y su despotismo a la chilena.
Es por todas estas razones que como Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT) hacemos un llamado a movilizarnos en la VI Marcha Plurinacional por el Agua #NoMásTerritoriosEnSacrificio, la cual ha contado con diversas convocatorias, que partieron el jueves 20 de abril en Panguipulli, siguiendo por Temuco el 21 de abril, Villa Alemana el 22 de abril, Arica y Antofagasta el 26 de abril, Calama, Vicuña, Concepción, Los Ángeles, Osorno, Valdivia, Castro y Santiago 28 de abril. Respecto a este último punto la convocatoria es a las 11 am en Plaza Italia, al finalizar habrá un acto musical.
Por
Stefanía Vega Zúñiga / 25.04.2018
Fuente:
http://www.eldesconcierto.cl/2018/04/25/la-gestion-del-agua-y-la-construccion-de-sociedad/2522