Proyecto Minero Pascua Lama

La acelerada conversión de capital natural en capital financiero ha puesto a Chile como una vitrina para quienes quieren copiar el modelo neoliberal en Sudamérica.
El desarrollo frustrado

Marcel Claude
Director de Oceana

Como los organismos técnicos del Estado carecen de autonomía y sucumben ante las presiones políticas, la materialización de la millonaria inversión de Barrick Gold parece ser sólo cuestión de tiempo. El próximo miércoles, la Comisión Regional del Medio Ambiente (Corema) de la III Región de Atacama aprobaría el proyecto minero Pascua Lama.

Pese a que la minería del oro es una de las más contaminantes del mundo y a que al remover tres glaciares se pone en serio riesgo la conservación de la vida en el valle del Huasco, Pascua Lama verá la luz frente a la negligencia de las autoridades. Los efectos sociales y ambientales no son advertidos en la mirada miope de las autoridades que centran su discurso en la necesidad de apoyar proyectos como éste para tener un crecimiento económico sostenido.

En Pascua Lama, una vez más observamos una dicotomía que no existe, porque se quiere hacer creer que la preservación del medio ambiente es una traba para el progreso de una nación. Apelar al desarrollo sustentable es justamente apostar por un justo crecimiento del país en todas sus áreas. Barrick Gold es la principal minera del mundo y espera en 20 años de explotación apropiarse de 10 mil millones de dólares en recursos naturales de todos los chilenos. Obviamente, con un enorme costo para el medio ambiente y para la comunidad aledaña. Esto no es desarrollo, pero la casta política chilena no lo entiende.

Para extraer 17 millones de onzas de oro, Barrick dinamitará tres glaciares que nutren de agua al valle del Huasco. Ahí se encuentra el desierto de Atacama, el más árido del mundo, y el agua escasea, por lo que el daño ambiental de Pascua Lama será irreparable: se contaminarán las fuentes de vida y de trabajo de miles de pequeños agricultores.

Mientras en el agua habrá mercurio, los habitantes del Huasco respirarán arsénico y otras emisiones tóxicas de la minería del oro. Pero qué importa cuando se trata de una inversión tan millonaria, que elevará los indicadores del Producto Interno Bruto y dejará contentas a las autoridades del momento. Esas mismas que no entienden de qué se trata el desarrollo.

Ni siquiera los nefastos precedentes de otros desastres ecológicos han alertado a quienes deben velar por el resguardo medioambiental. El caso más paradigmático del último año ocurrió en el río Cruces de Valdivia, donde la planta de celulosa de Anacleto Angelini acabó con la vida en un Santuario de la Naturaleza, protegido internacionalmente.

En Chile, existe una sumisión total frente al poder avasallador de los grandes grupos económicos, que se materializa en el actual modelo de acumulación, y no de desarrollo, que estimulan las autoridades gubernamentales. La acelerada conversión de capital natural en capital financiero ha puesto a nuestro país como vitrina para quienes quieren copiar el modelo neoliberal en Sudamérica.

La próxima Presidenta debe dar un giro y mantener su compromiso de candidata de no remover los glaciares del valle de Huasco; es decir, de rechazar el proyecto de Barrick Gold. De lo contrario, el permitir que a días de que asuma su cargo la Corema de la III Región apruebe Pascua Lama, será una clara señal de que la nueva relación con la ciudadanía fue sólo un discurso para la campaña. Ojalá que Michelle Bachelet no repita los males que se han amplificado estos años, como la escandalosa distribución del ingreso, los grandes desastres ecológicos, el triunfo de los conglomerados económicos y la desesperanza de los millones de chilenos alejados de lo que los últimos gobiernos llaman “desarrollo”.