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Fuente: www.latercera.cl (12/06/05)

Desaciertos tácticos y de estrategia conspiraron contra la empresa
Los errores de Celulosa Arauco que agravaron la crisis de la planta en Valdivia

El cierre de la planta Valdivia de Celulosa Arauco y la renuncia de su gerente general, Alejandro Pérez, no terminan de cerrar un conflicto que ha aislado a la empresa de la comunidad que la rodea, de sus pares y de la opinión pública. El accionar de la compañía no ha contribuido a que, al menos, se le conceda el beneficio de la duda.

El gobierno -como Dios hizo con Abraham- sometió esta semana a Anacleto Angelini (empresario, 91 años) a una dura prueba. Para mostrar su compromiso con la solución de los problemas de su planta de celulosa en Valdivia le demandó sacrificar a Alejandro Pérez, su amigo más cercano y gerente general de Celulosa Arauco. "Es como su hijo", dijo un dirigente empresarial al enterarse de la noticia este miércoles.

Pero Angelini no es el patriarca hebreo ni el gobierno un Dios compasivo. No hubo final bíblico que salvara al máximo ejecutivo de la principal empresa de celulosa de América del Sur y tercera en el mundo. Fue Pérez quien puso su cabeza en el altar del sacrificio el lunes pasado. "Su renuncia, esta vez indeclinable", grafica una fuente del grupo. Porque Anacleto Angelini se resistió a dejarlo partir hasta último momento.

Antes de Pérez, se había ido en abril el presidente de Empresas Copec, Felipe Lamarca. Angelini ha perdido en dos meses a sus dos principales ejecutivos y con ellos más de 30 años de experiencia en la gestión de sus empresas. Todo a cuenta de los errores de la Planta Valdivia, la inversión más importante de Arauco en los últimos 10 años y contra la que se acumulan recursos y quejas.

El último por la entrega a la Corte Suprema de un informe que se adjudicó a la Universidad de Concepción y cuyas conclusiones eran de autoría de la empresa. Fue el eslabón final de una cadena de tropiezos.

1. Considerar los temas ambientales como secundarios. El impacto ambiental fue el principal asunto desde que la planta era sólo un proyecto. La idea original de botar los residuos en el mar tuvo que ser desechada por la presión de pescadores y ambientalistas, pero aún así no se dimensionó la capacidad de los ecologistas de la región, curtidos en batallas por la protección del bosque valdiviano. "No era el lugar para cometer errores", dice un experto en asuntos de medioambiente.

La creación de una gerencia ambiental y cuatro subgerencias en mayo de este año, dice un asesor del grupo, sólo subraya que antes se subestimó la relevancia de este asunto. Alberto Etchegaray, presidente de la empresa, reconoció que en este capítulo cometieron errores, pero siempre sostuvo que el castigo no guardaba proporción. El mayor error fue construir una planta con una capacidad de producción superior a la autorizada, lo que, entre otras cosas, ocasionó el cierre de enero.

2. Distancia de la ciudadanía. Alejandro Pérez tenía contabilizado en el pasivo de la empresa sus relaciones con la comunidad aún antes de su renuncia. "He estado muy volcado hacia el desarrollo de la empresa en lo forestal e industrial y poco inserto en el tema de relación con la comunidad y la sociedad en general", confesó a La Tercera hace un mes.

"Antes de investigar se apuntó a Celco y partieron siendo los culpables. Ha sido un juicio popular", apunta Javier Hurtado, presidente de la comisión de Medio Ambiente de la Confederación de la Producción y del Comercio, que cree que el principal pecado de la empresa fue no concitar más participación ciudadana.

"La empresa no pudo entablar un diálogo que permitiera que sus puntos de vista pudieran ser comprendidos y se negociara antes de llegar a una crisis", dice Claudio Avendaño, director de un magister de comunicación en la Universidad Diego Portales.

Los olores que vertió la planta en sus primeros días de operación sobre Valdivia, y que le valieron una multa, tampoco fueron una buena carta de presentación ante sus vecinos.

3. Incomunicación. La empresa, dice uno de sus asesores, es un reflejo de su jefe. Anacleto Angelini es un extraño en las reuniones gremiales, esquiva las ocasiones sociales y nunca ha dado una entrevista. La excepcion era Felipe Lamarca, pero sus conexiones no estuvieron disponibles durante una crisis que no se supo anticipar. La "alergia social" es extensiva a casi todos los cuadros de la empresa, comenzando por su ex gerente general, Alejandro Pérez.

La fundación de la compañía, que desde hace 16 años apoya a los colegios de las zonas donde está implantada, es desconocida fuera de su ámbito de trabajo. Esta labor es silenciosa, explica José Zabala, un colaborador del grupo y contemporáneo del empresario. "Lamento mucho lo que les ha pasado. El (Angelini) quiere mucho a su obra y a su gente", afirma.

Pocos se enteraron también que este año el directorio cambió a los gerentes de las tres principales plantas del grupo: Constitución, Valdivia e Itata. En la sede de la compañía el silencio fue la norma por décadas.

4. Soledad gremial. La relación de Celulosa Arauco con la comunidad empresarial ha tenido bajo impacto. Un gerente de área los representa en el gremio forestal y entre los industriales sólo Felipe Lamarca tejió redes.

Bruno Philippi, presidente de la Sofofa, ha tratado de remediar esa falencia en los últimos días y ha ganado un apoyo para la empresa que, algunos dicen, siempre estuvo disponible. Un dirigente gremial se queja que la distancia fue también producto del propio deseo de los asesores de la empresa que privilegiaron una estrategia de comunicación que le permitiera llegar a un acuerdo con el gobierno. "No querían ruido", asegura.

El nombramiento como presidente de la empresa y vocero de Alberto Etchegaray, un ex ministro de la Concertación, junto a la asesoría de Eugenio Tironi, ex secretario de comunicaciones de Patricio Aylwin, contribuyeron a reforzar entre los empresarios la idea de que se buscaba una salida política. El fichaje de Pablo Daud, un ex funcionario ambiental del gobierno, como gerente ambiental de la compañía tampoco ayudó a deponer desconfianzas que acabaron con su salida del cargo antes de cumplir un mes.

5. Manejo de crisis. "Toda empresa que trabaje en una área compleja tiene un plan de crisis que supone desde la definición del comité de crisis, voceros entrenados para relacionarse con los medios y un plan. No lo tuvieron o no lo supieron desarrollar", cree Avendaño.

Celulosa Arauco recurrió a la empresa del experto en comunicación estratégica, Eugenio Tironi, sólo cuando la planta ya estaba funcionando y los problemas comenzaron.

Y la crisis ha escalado y no remitido. En el gobierno se incubó el temor a una reacción internacional a los problemas de Arauco (ver recuadro) y preocupación por una tensión institucional que tiene enfrentados a parlamentarios con jueces a cuenta de un fallo sobre Arauco y a universidades por los estudios sobre la muerte de los cisnes en el santuario del Río Cruces.

"La universidades ponen de algún modo una referencia en la cual nos podemos apoyar todos para avanzar en las soluciones. Cuando hay una discusión de informe contra informe es perjudicial", dice Gianni López, ex director de la Comisión Nacional del Medio Ambiente (Conama).

Los defensores de Celco dicen que no hay ninguna evidencia de que la empresa sea la responsable de la muerte de los cisnes y se apoyan en el último fallo de la Corte Suprema y un informe de la Universidad Católica. Sus adversarios esgrimen el estudio de la Universidad Austral y un fallo de la Corte de Apelaciones de Valdivia.
La amenaza verde a las forestales

Los golpes de ambientalistas contra Arauco y las forestales chilenas no han cesado. La organización de defensa de los bosques Forest Ethics convenció a varios compradores de madera chilena para que escriban al Presidente Ricardo Lagos, dice a La Tercera Aaron Sanger, director del proyecto para Chile. Según él, estos clientes de las forestales chilenas han trasladado a Lagos su preocupación por haber "permitido que las fábricas de celulosa se instalen en lugares que pueden dañar áreas sensibles". Forest Ethics cree que el gobierno debe exigir a las plantas de celulosa que no se ubiquen donde pueden causar daño y que operen con procesos que no descarguen cloro. La agrupación fue la artífice de una campaña en EE.UU. que forzó a las forestales chilenas a certificar que sus plantaciones no dañaban al bosque nativo. Sin embargo, Sanger cree que de haber una campaña por la celulosa, los objetivos serían Europa y Asia.