Opinión:
Las plantas de celulosa y el sector forestal

El cuidado de los bosques de Chile interesa no sólo por la protección de nuestros recursos naturales como entes merecedores en sí mismos, sino también por una mirada socio-económica de desarrollo equilibrado en el presente y para el futuro.

Claudio Donoso y Luis Astorga. (*)

El cuidado de los bosques de Chile interesa no sólo por la protección de nuestros recursos naturales como entes merecedores en sí mismos, sino también por una mirada socio-económica de desarrollo equilibrado en el presente y para el futuro. Analizando nuestro pasado como país, hubo una época en que se logró tener claro un objetivo nacional de desarrollo, que consistió en acciones concretas del Estado para todos los chilenos. Ello tuvo su mejor expresión en las ejemplares empresas creadas por CORFO. En el ámbito forestal, se inició un proceso de reforestación significativo de áreas abiertas y degradadas que permitió la creación de grandes empresas públicas madereras y de celulosa, dígase Forestal Arauco, Nacimiento- Laja, Celco Constitución, entre otras.

Pero en los años 80, durante la dictadura militar, se desplegó el proceso privatizador que logró, sólo en el quinquenio 1985-1989, que el Estado de Chile se deshiciera de 30 grandes empresas, con una pérdida de más de 570 mil millones de pesos (en cifras actualizadas al año 2000). A pesar de esto, se ha logrado convencer a muchos del beneficio de las privatizaciones como la mejor forma de desarrollo. Las grandes empresas forestales y las grandes plantaciones fueron pasando a manos privadas y concentrándose en los grupos Angelini y Matte, poseedores hoy día de imperios económicos que los ubican entre las personas más ricas del mundo, tal como lo consigna la Revista Forbes. El grupo Matte tiene el mérito de haber sido la única empresa privada desde su creación. Las demás habían sido todas creadas por el Estado de Chile con el esfuerzo y la voluntad de todos sus habitantes.

No es novedad lo que han significado para Chile estos dos gigantes. Sumándose a las demás grandes empresas han contribuido a crear una macroeconomía descollante, pero a costa de altos niveles de desigualdad. Su modus operandi ha sido la sustitución de bosques nativos por plantaciones exóticas en la forma de monocultivos, que ha empobrecido y expulsado de sus tierras ancestrales a la gente que vivía en esos terrenos provocando, al mismo tiempo, un deterioro del paisaje y de los factores del medioambiente, especialmente el agua.

Los fuertes impactos nacionales, regionales y locales que ha generado la industria de la celulosa en Chile han generado una discusión que traspasa las fronteras del sector forestal y plantea el tema del desarrollo sustentable que queremos para Chile. Un último capítulo ha sido la muerte y emigración de los cisnes de cuello negro del Santuario de la Naturaleza de Río Cruces, en Valdivia, provocadas por los efectos de los efluentes de la planta de celulosa de San José de la Mariquina, de Celulosa Arauco. Las opiniones vertidas hasta ahora representan, a nuestro juicio, sólo la punta del témpano de un problema mucho más profundo, dado que las decisiones de los grupos empresariales forestales se han basado en la alta rentabilidad de la celulosa, debido a una serie de causas que conviene discutir.

Debido al cierre de plantas de celulosa de los grandes productores de Europa y América del Norte se ha producido una restricción de la oferta y una expansión de la demanda que hace que la producción se desplace hacia los países a sur del Ecuador. ¿Por qué ocurre esto? Simplemente porque los grandes productores del sur, Chile, Malasia y Brasil tienen los costos más bajos del mercado mundial de celulosa, lo que les permite ser competitivos incluso cuando los precios están bajos. Las empresas señalan que los costos son menores gracias al rápido crecimiento de las especies en clima templado y a la producción de madera homogénea porque todos los árboles son iguales y no se requiere invertir más para producir. En esta visión no se consideran para nada los valores de la biodiversidad y de las diversas funciones ecológicas y sociales de los bosques.

También se menciona la cercanía de los bosques de los centros de procesamiento y de transporte, así como la multiplicidad de buenos puertos. Lo que no se dice es que toda la comunidad nacional ha financiado las plantaciones forestales a través del Decreto Ley 701, la infraestructura caminera, portuaria y de otros servicios, que es lo que realmente ha permitido los bajos costos de la industria forestal y el aumento de las utilidades. Tampoco se hacen referencias a que los bajos costos tienen buena parte de su origen en los bajos ingresos de los trabajadores, causa principal de la enorme brecha existente entre ricos y pobres justamente en países como Brasil y Chile.

No se dice tampoco que las grandes utilidades de estas empresas no absorben los impactos sociales y ambientales de gran magnitud que producen. Estos impactos vienen siendo analizados desde los años 70 en la región del Maule y muestran claramente la pérdida de los terrenos agrícolas de los campesinos, la violenta interrupción del ciclo hidrológico que deja sin agua a ríos y otras fuentes vitales, y el éxodo de los campesinos a los pueblos donde forman cinturones de pobreza en medio de la opulencia de las empresas forestales. Hace ya bastante tiempo que en el mundo se han desarrollado y se aplican tecnologías para eliminar los impactos ambientales como malos olores, contaminación de las aguas y otros. De ninguna manera se justifican las enormes utilidades sin la eliminación de los impactos ambientales y sociales negativos.

El “éxito” obtenido ha impulsado a estas macroempresas a proponer una posible expansión ilimitada de la industria de celulosa, lo que significa aumentar en varios millones de hectáreas las plantaciones forestales, aun a costa del bosque nativo degradado, para abastecer a las nuevas plantas. Ya sabemos por la experiencia de más de 30 años lo que significaría esta iniciativa para la gente, el agua, la fauna y la biodiversidad.

La evidencia irrefutable de estos argumentos impone que, debido a la variedad y complejidad del impacto de las plantas de celulosa, la ciudadanía deba tener participación en la decisión mucho más allá de los espacios que ha creado la Ley de Bases del Medioambiente. Decisiones de tal magnitud no pueden realizarse en función de las utilidades de los grupos económicos que las promueven, sino en función de las necesidades de desarrollo sustentable de las regiones y del país.

Esta reflexión debe considerar los peligros que presenta un modelo de desarrollo como el planteado por los grandes empresarios de la celulosa, el papel y las plantaciones forestales. La Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo propone que el Estado, a través de sus organismos competentes, inicie una amplia y participativa discusión sobre el desarrollo del sector forestal, como factor relevante de la economía, de la ecología, del paisaje y de la vida de los ciudadanos desde la VII hasta la XII regiones. Esta instancia debe iniciarse con un trabajo previo de Ordenación Territorial que analice el uso actual y potencial para planificar el futuro, lo cual se vería enriquecido con el apoyo de experiencias de otros países que ya han transitado el camino que Chile está recorriendo, como Finlandia y Suecia.

(*)Claudio Donoso es presidente honorario y Luis Astorga, vicepresidente de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo.

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