Fuente: elmostrador.cl 18 de Octubre del 2005

Salmonicultura y el rol del Estado

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por  Cristián Gutierrez

El último debate originado en torno a la actividad salmonera y la petición de su moratoria han dejado al descubierto diferentes visiones en torno a las vías para alcanzar la sustentabilidad de esta actividad.

Por un lado, se habla acerca de las decisiones que debería tomar la industria salmonera para generar una salmonicultura sustentable, en los ámbitos de la generación de estándares y de los acuerdos de producción limpia, para luego establecer certificaciones de los productos que induzcan a las empresas a adoptar las nuevas políticas.

Los argumentos anteriores, sin embargo, si son considerados como la única receta, dan lugar a una visión errada del concepto de sustentabilidad. Esta reflexión tiene que ver con el rol que le corresponde a la autoridad pública en esta materia, sobretodo considerando su rol fiscalizador, tan necesario en estos tiempos donde las grandes decisiones de nuestros tiempos se toman desde la esfera privada. Los acuerdos de producción limpia y los estándares no pueden reemplazar el rol del Estado, de ningún modo. Sería pernicioso el precedente de dejar a la mera “voluntad” de las empresas las decisiones que entran más bien en el campo de las políticas públicas. Esta reflexión es del todo oportuna si se considera el rol fundamental que ha tenido el Estado chileno para que la industria del salmón se encuentre en la posición privilegiada en la cual está. Informaciones periodísticas revelan que ya en el gobierno de José Manuel Balmaceda (1888-91), en su afán de diversificar la economía chilena, en ese entonces centrada en la extracción de salitre, se realizaron estudios e informes para determinar la factibilidad de cultivar salmones en los ríos, lagos y ensenadas del sur Chile.

Pero fue durante la dictadura militar cuando se crean las mejores condiciones para la industria. En el afán de acelerar las tasas de crecimiento económico del país, se adoptó una estrategia de desarrollo basada en la explotación de nuestros recursos naturales y con un perfil netamente exportador. Es así como durante ese periodo, a través de subsidios a la empresa privada, se implementó un vasto plan de créditos con la finalidad de instalar las primeras pisciculturas dotadas de tecnología moderna. De esta manera aparecieron en los prístinos paisajes sureños las primeras balsas jaula de crianza.

A lo anterior habría que agregar todas las ventajas dadas por las autoridades económicas de la dictadura militar que favorecieron la entrada de capitales extranjeros. Aquí encontramos desde leyes generales proinversión extranjera como el DL600 hasta mecanismos legales que intentaron atraer la inversión foránea a determinados territorios, como la Ley Austral 19.606, que beneficia con un crédito tributario que va de un 10 a un 40% a la inversión realizada en las regiones XI y XII y en las provincias de Palena y Chiloé.

Estos mecanismos siguen siendo promovidos por las actuales autoridades, a lo cual habría que agregar la entrega a privados de las concesiones acuícolas a precios muy por debajo de su valor real, lo cual implica un traspaso patrimonial importante a los grupos económicos salmoneros, muchos de ellos compuesto por capitales extranjeros.

Esto nos lleva a plantear el asunto desde una mirada distinta del concepto de sustentabilidad. Si analizamos la salmonicultura o el modelo del salmón desde la óptica de los modelos de desarrollo sustentable, es decir, de aquellos que permiten mejorar el nivel de vida de los habitantes de la zona donde se localiza la industria a lo largo del tiempo, sin comprometer a las generaciones futuras y con capacidad de adaptación a nuevas realidades sociales, económicas o ambientales, tenemos que el modelo del salmón es insustentable por la naturaleza misma del negocio.

Si damos una hojeada a la casi nula independencia económica de la X región, donde el salmón explica más del 80% de sus exportaciones, y a una serie de indicadores relacionados a criterios basados en el origen de las actividades, el impacto entre actividades económicas y el destino del producto, nos enfrentamos a la insustentabilidad de la salmonicultura.

La salmonicultura nace de una iniciativa externa que utiliza materias primas locales (recurso hídrico) y foráneas (importación de ovas). Esta actividad no conlleva elementos productivos tradicionales, fomenta la monopolización económica y productiva (transnacionalización y concentración de la propiedad), afecta los recursos en los que otras actividades basan su desarrollo (competencia en el uso del agua y del borde costero con el turismo y la pesca artesanal) y depende fuertemente de la demanda externa (hoy el 98% de la producción de salmón se exporta). En otras palabras, estamos en presencia de la típica estrategia exportadora monoproductora y de la cual nuestra historia económica nos presenta múltiples evidencias de sus constantes fracasos.

Por lo tanto, la petición de moratoria a la salmonicultura responde a la necesidad urgente de frenar la destrucción de los ecosistemas marinos de la Patagonia norte de nuestro país, hasta que el Estado cuente con las herramientas necesarias para monitorear efectivamente a esta industria.

Además, da cuenta de la demanda de impulsar nuevos modelos de desarrollo en la regiones del sur de Chile que tiendan a diversificar las actividades económicas, las cuales, a su vez, estén basadas en enfoques ecosistémicos, de tal forma de utilizar los recursos naturales de manera racional, manteniendo los equilibrios ecológicos y energéticos pertinentes. Esto último implica un proceso en el cual el Estado -en su rol de promotor y fiscalizador- es indispensable para la aplicación de criterios verdaderamente sustentables.



Cristián Gutiérrez. Economista Oceana.