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Brecha: Con Lucio Cuenca, director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales
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La prioridad central dada a las inversiones llevó a la promoción de proyectos con alto impacto ambiental negativo. Dos de ellos, la celulosa Arauco y el proyecto minero de Pascua Lama,* son motivo de polémica en un país donde la sociedad civil se ha empezado a organizar en defensa del ambiente, los derechos de los indígenas y contra la desaparición de fuentes de trabajo.

—En Uruguay el gobierno asumió una política de estímulo a las inversiones y, en ese marco, ha apoyado la instalación de dos plantas de celulosa. Desde Santiago, usted vino a advertir a los uruguayos sobre la experiencia nefasta de la planta de Valdivia. ¿Son situaciones comparables?

—Sí. La planta de celulosa Arauco en Valdivia es similar a las que se proyectan aquí, tanto por la tecnología como por el procedimiento y su escala de producción.

—¿Cuál es la amplitud del impacto de la planta en Valdivia?

—La planta empezó a funcionar en enero de 2004 y al mes ya estaba generando impacto sobre la población. Incluso a 60 quilómetros se sintieron los malos olores. Seis meses después de instalada se detectó que la fauna y la flora de un humedal cercano, declarado patrimonio de la humanidad, estaban muriendo. Los cisnes de cuello negro prácticamente desaparecieron en el último año. Fue algo de alto impacto porque los cisnes comenzaron a escapar del humedal y a veces eran encontrados en muy mal estado en los caminos o carreteras, o se los veía caer sobre los techos de las casas. A partir de Valdivia se generó un movimiento social en torno a una causa ambiental que no tiene antecedentes en Chile. Los casos de afecciones en la salud humana tampoco son menores. Hay un amplio registro de crisis por malos olores asociados a la emisión de gases, con gente intoxicada que ha tenido que ser derivada a emergencias, y un aumento de las afecciones broncopulmonares. El gobierno debió hacer sumarios a la empresa, que derivaron en multas por no haber cumplido con los estándares de emisiones. Por otra parte, Valdivia vive mucho del turismo, de la actividad agrícola y sobre todo del paisaje. En la última temporada el turismo bajó 30 por ciento con relación al año anterior, y un proyecto agrícola subsidiado por el Estado para la exportación de cerezas se vio afectado porque los árboles en la última temporada no pudieron dar flor o el fruto cayó prematuramente y la cosecha fue prácticamente cero. La empresa decidió autocerrar la planta en julio, porque se estaba afectando su imagen, pero reabrió en agosto y no pasó mucho para que volvieran las denuncias.

—En su conjunto, ¿cómo definiría la política ambiental de Lagos?

—El balance es más que negativo, porque el tema ambiental fue uno de los que distinguió en 1999 al progresismo laguista de la propuesta de Joaquín Lavín. Quedó demostrada su falta de voluntad de revisar el modelo. Chile ha optado por un modelo de crecimiento basado en las exportaciones. Del total de productos que se venden el 84 por ciento son recursos naturales. Sin embargo, los organismos públicos encargados de defender el ambiente son débiles. Esto tiene que ver con decisiones estratégicas. Por eso creo que en Uruguay la discusión debería focalizarse en qué tipo de modelo se quiere, porque emprendimientos como el de las plantas de celulosa no se pueden cancelar de un día para otro. En Chile, la actividad forestal representa el 12 por ciento de lo que se exporta, pero la riqueza generada queda en pocas manos. En Valdivia sólo se crearon 350 empleos directos para una inversión de más de mil millones de dólares. Se habla de empleos indirectos, difícilmente medibles, y al mismo tiempo no se calcula el empleo que se pierde por actividades perjudicadas. Además la actividad está asociada al trabajo precario, con consecuencias sobre la salud humana. Bajo Lagos, la política ambiental ha estado siempre subordinada a la mejor implementación del modelo económico, llegando a límites más audaces que sus predecesores democristianos. Todo el discurso en cuanto a que estamos alejados del dogmatismo neoliberal, que se va a impulsar un "desarrollo sustentable" (crecimiento, equidad social y protección ambiental), fue sólo palabras. Esto está muy vinculado a la equidad social, en la que tampoco se avanzó.

—¿Ha servido la polémica por la planta de Valdivia y el proyecto Pascua Lama para fomentar la revisión del modelo de desarrollo?

—Ha servido para la organización de la sociedad civil. Se nacionalizó la causa y se democratizó la discusión. No veo que esto vaya a cambiar mucho con Bachelet. En la campaña ella sólo ha hablado de revisar algunos indicadores sociales y de la brecha social. La institucionalidad ambiental cada vez tiene menos peso, imponiéndose los intereses económicos en áreas sensibles como la minería, la salmonicultura o la explotación forestal. * Emprendimiento conjunto con Argentina para la extracción de una reserva de oro, cobre y plata por parte de la empresa canadiense Barrick Gold Corporation, y que suponía el "traslado" de tres glaciares.