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20 de Octubre de 2013

Médicos vinculan enfermedades con uso de agroquímicos


Un estudio epidemiológico casa por casa encabezado por Damián Verzenassi, director del programa de Medio Ambiente y Salud de la facultad de medicina de la Universidad Nacional de Rosario, que incluyó a 65 mil personas en la provincia de Santa Fe comprobó que las tasas de cáncer son entre dos y cuatro veces el promedio nacional, incluidos cáncer de pecho, de próstata y de pulmón. También se comprobaron altos índices de trastornos en la tiroides y de problemas respiratorios crónicos.

BASAVILBASO, 20 de octubre.— El peón rural Fabián Tomasi no estaba entrenado para usar equipo protector cuando llenaba de pesticidas los rociadores de cultivos. Hoy, a los 47 años, es un esqueleto en vida.

- La maestra de escuela Andrea Druetta vive en la provincia de Santa Fe, corazón de la zona de cultivo de soya en Argentina, donde está prohibido rociar agroquímicos a menos de 500 metros de las zonas pobladas. Hace poco, no obstante, sus hijos fueron bañados con pesticidas mientras nadaban en su alberca.

Sofía Gatica, cuyo bebé falleció a poco de nacer, hizo una denuncia que dio lugar a la primera condena que hubo en Argentina por el uso ilegal de sustancias agroquímicas. Pero el veredicto del año pasado llegó demasiado tarde a su pueblo llamado Ituzaingó Anexo: un estudio del gobierno encontró que 80% de los niños examinados tenían pesticidas en la sangre.

La biotecnología estadunidense hizo de Argentina el tercer productor mundial de granos de soya, pero las sustancias químicas que alimentan ese auge van más allá de los campos de cultivo de soya, algodón y maíz. The Associated Press documentó decenas de casos en los que se emplean sustancias tóxicas en maneras específicamente prohibidas por la ley, con pocos controles del Estado.

Ahora los médicos advierten que el uso descontrolado de pesticidas puede ser la causa de los crecientes problemas de salud que vienen experimentando los 12 millones de personas que viven en la vasta región agrícola de Argentina.

En la provincia de Santa Fe, las tasas de cáncer son entre dos y cuatro veces más altas que el promedio nacional. En el Chaco, los defectos de nacimiento se cuadruplicaron desde hace 17 años cuando el uso de la biotecnología, aplicada al campo, se disparó.

“El cambio, en la forma de producir, francamente ha cambiado el perfil de enfermedades”, dijo Medardo Ávila Vásquez, pediatra y cofundador de Médicos de Pueblos Fumigados, parte de un creciente movimiento que exige la aplicación de normas seguras en la agricultura. “Nos hizo perder una población bastante sana. Ahora vemos una población con altas tasas de cáncer, niños que nacen con malformaciones y enfermedades que eran muy infrecuentes”.

Una nación que era conocida por su ganado alimentado con pasto fue transformada desde 1996, cuando la empresa Monsanto, con sede en Saint Louis, Missouri, convenció a Argentina de que la adopción de sus semillas y sustancias químicas patentadas aumentaría las cosechas y reduciría el uso de pesticidas.

Hoy, toda la cosecha de soya y casi toda la producción de maíz y algodón están modificados genéticamente. Las áreas de cultivo de soya se triplicaron y abarcan 19 millones de hectáreas.

Pero mientras que el uso de agroquímicos bajó al principio, repuntó y se multiplicó por ocho después. De los 41 millones de litros de 1990 se pasó a casi 382 millones en la actualidad, a medida que los agricultores aumentaban sus cultivos y las pestes se hacían más resistentes a las sustancias.

En general, los agricultores argentinos aplican un estimado de 4.3 libras de agroquímicos por hectárea, más del doble de lo que usan los estadunidenses, de acuerdo con un análisis de AP de datos del gobierno y de la industria de los pesticidas.

El pesticida “Roundup” de Monsanto contiene glifosato, una de las sustancias químicas para matar malezas más usadas y menos tóxicas del mundo. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, y muchos otros organismos la declararon segura si se aplica debidamente. En mayo la agencia aumentó el nivel aceptable de residuos de glifosato en alimentos.

A pesar del uso generalizado del modelo de Monsanto en Argentina, las normas de seguridad varían dependiendo de la provincia. Algunas de las 23 provincias argentinas prohíben el rociado a menos de 3 kilómetros de las zonas pobladas y en otras se puede rociar a 50 metros. Un tercio no fijan límites y la mayoría no tienen políticas detalladas para el cumplimiento de las normas.

Una ley nacional obliga a quienes aplican sustancias químicas que puedan amenazar la salud adopten “medidas eficaces para impedir la generalizada degradación del ambiente, sin importar costos o consecuencias”. Pero la ley nunca se aplicó a la agricultura, según comprobó la Auditoría General de la Nación el año pasado.

En respuesta a numerosas denuncias, la presidenta Cristina Fernández decretó en 2009 la creación de una comisión para investigar a fondo la aspersión de agroquímicos.

Tal comisión hizo público un “Informe de Avance” en septiembre de 2009 que dice que “es necesaria la ejecución sostenida en el tiempo de controles sistemáticos de concentraciones del herbicida y compuestos de degradación, como de estudios exhaustivos de laboratorio y de campo, que involucren a los formulados conteniendo glifosato, como así también su(s) interacción(es) con otros agroquímicos, bajo las condiciones actuales de uso en nuestro país”.

La comisión, sin embargo, no se ha reunido desde 2010, según la Auditoría General.

El ministro de Agricultura, Lorenzo Basso, afirma que la gente está siendo mal informada.

“He leído infinidad de documentos, encuestas, videos en contra de la biotecnología, artículos en medios, en las universidades, tanto en Argentina como en Gran Bretaña, y realmente quienes leen todo esto se encuentran en una ensalada (se marean) y terminamos confundidos”, dijo Basso. “Creo que tenemos que repartir el compromiso de Argentina como productor de alimentos. Si no nos posicionamos en este principio, empezamos a cuestionar cuál es el modelo argentino”.

En una declaración escrita, Monsanto dijo que “no aprueba el mal uso que se haga de los pesticidas o la violación de cualquier ley sobre el uso de plaguicidas, reglamentos o decisiones judiciales” que al respecto se hayan promulgado.

“Monsanto toma muy en serio la administración de los productos y nos comunicamos regularmente con nuestros clientes con respecto al uso adecuado de nuestros productos”, dijo Thomas Helscher, portavoz de Monsanto.

Argentina fue uno de los primeros países en adoptar el nuevo modelo de la agricultura biotecnológica promovido por Monsanto y otras empresas agrícolas estadunidenses.

En lugar de rotar la tierra abonada y rociarla de pesticidas, para luego esperar que las sustancias tóxicas se dispersen antes de plantar, los agricultores hacen la siembra y luego rocían la zona sin dañar las cosechas, que han sido modificadas genéticamente para que puedan tolerar determinadas sustancias químicas.

Los agricultores pueden hacer más cosechas, hasta alcanzar un máximo de tres al año, y cultivar incluso en tierras que antes eran consideradas poco rentables.

Las pestes, no obstante, desarrollan resistencias de manera más rápida cuando los pesticidas los aplican si pausa y sin rotar la tierra en cosechas genéticamente idénticas en gran escala. Esto obliga a los agricultores a combinarlos con sustancias más tóxicas, como la 2.4, D, empleada por los militares estadunidenses y bautizada como el Agente Naranja para deforestar las selvas durante la guerra de Vietnam. Un departamento del Ministerio de Agricultura recomendó el uso de etiquetas que adviertan que las mezclas de glifosato con sustancias más tóxicas deben limitarse a “áreas agrícolas, alejadas de viviendas y centros poblados”.

Pero la recomendación fue ignorada, según la investigación de la Auditoría General.

“El glifosato es menos tóxico que el repelente que pones en la piel de los chicos”, dijo Pablo Vaquero, vicepresidente de Monsanto en Argentina y director de asuntos corporativos de la empresa en el cono sur. “Dicho esto, habría que tener una hojita de responsabilidad en el buen uso de productos, porque en ninguna manera pondría repelente en la boca de los chicos, y ningún aplicador ambiental debería utilizar un mosquito o un avión fumigador sin darse cuenta de las condiciones ambientales y las amenazas que hay a partir del uso del producto”.

Durante tres años Tomasi estuvo expuesto cotidianamente a los químicos.

“Preparaba millones de litros de veneno sin ningún tipo de protección, como guantes, máscaras o vestimenta especial”, dijo. “No sabía nada de esto”.

En la provincia de Entre Ríos los maestros dijeron que el límite de 50 metros que establece la ley no se respeta en 18 escuelas y que 11 de esos campos fueron fumigados en plena clase. Cinco maestros hicieron denuncias ante la policía este año.

La maestra Druetta denunció en Santa Fe que algunos estudiantes se desmayaron cuando los pesticidas entraron a las aulas, y que el agua potable de su pueblo de Alvear está contaminada. Dice que la escuela carece de agua purificada, y que un vecino mantiene congelados cuerpos de conejos y pájaros que cayeron muertos después de las rociadas, con la esperanza de que alguien los estudie.

Un estudio epidemiológico casa por casa encabezado por Damián Verzenassi, director del programa de Medio Ambiente y Salud de la facultad de medicina de la Universidad Nacional de Rosario, que incluyó a 65 mil personas en la provincia de Santa Fe comprobó que las tasas de cáncer son entre dos y cuatro veces el promedio nacional, incluidos cáncer de pecho, de próstata y de pulmón. También se comprobaron altos índices de trastornos en la tiroides y de problemas respiratorios crónicos.

“Puede estar vinculado con los agrotóxicos”, dijo Verzenassi. “Hacen los análisis de toxicidad sobre el primer ingrediente, pero nunca han estudiado las interacciones entre todos los químicos que están aplicando”.

Los archivos de los hospitales indican que los defectos congénitos de los bebés se habían cuadruplicado en el Chaco, de 19.1 a 85.3 por cada 10 mil nacimientos, desde que se aprobaron los cultivos modificados genéticamente hace una década. Un equipo médico estudió los casos de dos mil 51 personas en seis pueblos del Chaco y comprobó una cantidad mayor de enfermedades y defectos en los pueblos agrícolas que en pueblos ganaderos.

En el poblado de Avia Terai 31% de los consultados dijo tener un familiar que contrajo cáncer en la última década, comparado con 3% en el vecino pueblo ganadero de Charadai.

Es casi imposible demostrar que la exposición a una sustancia química específica puede haber causado el cáncer o defectos de nacimiento en una persona. Pero varios médicos consideran que los resultados en Chaco hacen necesaria una investigación independiente más amplia, a largo plazo, y que los gobiernos deben exigirle a la industria que demuestre que el estado de cosas en el campo no está causando enfermedades a la gente.

Por Michael Warren y Natacha Pisarenko, Associated Press
Fotos de Natacha Pisarenko

Fuente:
http://www.excelsior.com.mx/global/2013/10/20/924370

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