- Internacional - España:27 de Abril de 2022
Nuclear y gas: fuentes de energía “verde”… según Europa
Ambas recibieron recientemente el sello de inversiones sostenibles de la Comisión Europea. ¿Son realmente merecedoras de esa etiqueta? ¿Qué papel juegan en el sistema eléctrico español?
- Tras los artículos anteriores de esta serie donde se analiza la situación energética en clave geopolítica, a partir de hoy se hará un repaso a las distintas fuentes de energía que conforman el sistema eléctrico de España. Empezamos con las dos más nombradas en los últimos meses después de que la Comisión Europea diera
luz verde a la decisión de etiquetar a ambas como ‘verdes’ de cara a las inversiones del sector privado. Hablamos de la
energía nuclear y el llamado
gas natural (aunque, como se verá, de natural tiene poco).
Por
Diego Ferraz Castiñeiras - CLIMATICA
Imagen:Central nuclear de Cofrentes, en Valencia. Foto: Toni Rodrigo/Flickr.
Energía nuclear: siempre en el centro del debate
Sin duda la nuclear es
la energía más polémica de todas, no solo por la reciente inclusión en la taxonomía de la Unión Europea, sino también por cuestiones relacionadas con la seguridad y los residuos. Asimismo, por su financiación y el tiempo que requieren para su construcción.
Casi toda la población ya tiene una posición clara sobre los combustibles fósiles y las energías renovables (en contra de los primeros y a favor de las segundas). Sin embargo, l
a energía nuclear parece caer en un limbo de incertidumbre. Por un lado, al igual que las energías renovables,
no generan CO2 y, además, tienen una gran capacidad de generación; pero por otro lado, a día de hoy,
no podemos hacer otra cosa que almacenar los residuos radiactivos.
Es probable que
Chernóbil y Fukushima queden en la memoria de mucha gente durante muchos años. El accidente de Chernóbil fue el peor desastre nuclear de la historia, y esperemos que lo siga siendo. Lo único bueno es que este accidente es muy difícil que se vuelva a repetir. El riesgo cero no existe, eso está claro, y aunque la probabilidad de accidente sea muy baja, el impacto sería enorme. Podríamos considerar la energía nuclear como el sector de la aviación: es poco probable que suceda un accidente; sin embargo, cuando ocurre, las consecuencias son brutales.
En cuanto a los residuos, aunque se clasifiquen según su actividad, no dejan de ser radiactivos y deben ser almacenados en lugares especiales.
Hay tres tipos de almacenamiento de residuos radiactivos: almacenes en las propias centrales, que son almacenes temporales individualizados (ATI); un paso intermedio antes del almacenamiento definitivo, el almacenamiento temporal centralizado (ATC) y el almacenamiento geológico profundo (AGP). A día de hoy, en España no se cuenta con un ATC, y a nivel global todavía se está construyendo el primer AGP, que estaría terminado en 1 o 2 años. Algunos países pueden
reciclar el combustible usado, pero la gran mayoría no. Además, la capacidad de reciclaje no es muy alta, tan solo el 30% del combustible total usado se ha reprocesado.
Por muy seguros que sean los depósitos de residuos, no dejan de ser lugares de almacenamiento, y en el caso del AGP, son para siempre. Aquí ya no solo entran en juego variables científicas, tecnológicas o ingenieriles, también éticas y morales.
¿Con qué permiso le estamos dejando a las generaciones futuras nuestros residuos?
En cuanto a la
financiación de un reactor, a día de hoy, la inmensa mayoría (por no decir que todos) de los reactores en construcción o proyectados tienen una gran parte de financiación por parte del Estado (China, Rusia, Francia, India o Polonia son algunos ejemplos).
Es el propio libre mercado el que no confía en la construcción de nuevos reactores.
Respecto a la construcción, si lo que se quiere es descarbonizar,
la energía nuclear es una ayuda que llega demasiado tarde. Un caso claro es Polonia, un país donde el 74% de la energía eléctrica es generada mediante carbón y que planea la construcción de dos nuevos reactores que no estarán operativos al menos hasta 2033. Otro ejemplo sobre la dificultad de construcción y posibilidad de sobrecostes: Francia, un Estado con gran experiencia en energía nuclear (representa más del 70% de su generación de electricidad) empezó en 2007 la construcción de un nuevo reactor (Flamanville 3) que iba a estar listo en 2012. A día de hoy, todavía sigue en construcción, se estima que estará operativo para 2023 y tendrá con un sobrecoste que multiplicará por cuatro el presupuesto inicial: de 3.300 millones a 12.700 millones de euros.
En España hay siete reactores que en 2021 suministraron 54.000 GWh a la red eléctrica, lo que
representa el 20,8% de la generación de electricidad. Las centrales nucleares se encuentran en Cáceres (Almaraz I y II), Guadalajara (Trillo), Valencia (Cofrentes), Tarragona (Vandellós II) y Tarragona (Ascó I y II), todas ellas construidas en la década de 1980. En su diseño, la vida de los reactores es de 40 años, pero esto no significa que necesariamente se tengan que cerrar cuando lleguen a esa edad. Esas cuatro décadas hacen referencia al tiempo mínimo de funcionamiento durante el cual se espera que la central funcione correctamente y, al mismo tiempo, es el periodo necesario para recuperar la inversión. De hecho,
si las centrales pasan los controles de seguridad pertinentes, podrían estar operando durante 20 años extra, incluso más. Sin embargo, según el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (
PNIEC), si todo va según lo previsto,
dentro de ocho años habrá la mitad de potencia y generación nuclear para el suministro eléctrico. La gran duda es si ese cierre aumentará el consumo de combustibles fósiles.
Gas natural... fósil
A pesar de la coletilla de natural, el gas no deja ser un combustible fósil que contribuye al cambio climático. Si bien es cierto que si se compara con el carbón y el petróleo es el que menos gases de efecto invernadero emite, está
muy lejos de ser considerado «verde» como pretende la Comisión Europea.
El propio nombre de gas natural ya es una forma de greenwashing, ya que está formado principalmente por
metano (hasta un 97%), un potente gas de efecto invernadero hasta
80 veces más potente que el dióxido de carbono.
El gas se puede extraer mediante yacimientos bajo tierra o bajo el mar. Se suele encontrar en depósitos entre 1,5 y 4 kilómetros de profundidad. Mediante la fractura hidráulica o
fracking se puede aumentar la extracción de gas. Sin embargo, esta técnica es altamente contaminante y tiene grandes impactos en el medioambiente; incluso puede llegar a producir terremotos. En España, tras la aprobación de la
Ley de Cambio Climático y Transición Energética, quedó prohibido dar nuevas autorizaciones a proyectos de
fracking.
Al contrario que la mayoría de Europa,
España no depende del gas ruso, del cual tan solo llega un 9 % del total.
El principal proveedor de gas es Argelia, que en 2021 representó un 43% del total. Sin embargo, debido al cierre de un gasoducto proveniente de allí el año pasado, las importaciones desde este país han disminuido. En consecuencia, la otra forma de importar gas, vía marina mediante buques que transportan gas natural licuado (GNL), se ha visto favorecida y aumentada. El principal beneficiario de todo esto es Estados Unidos, principal productor de gas a nivel mundial (23%), que aumentó su exportación de GNL a España hasta llegar a un 35-40% en marzo.
El GNL y la gran energía necesaria para
regasificarlo (es necesario devolver el GNL al estado natural gaseoso para inyectarlo en los gasoductos) pueden jugar un papel clave en el suministro de gas a Europa. Sobre todo tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia y las sanciones impuesta desde la Unión Europea al Estado ruso.
En España existen dos tipos de centrales que producen electricidad a base de gas: las de
cogeneración y las de c
iclo combinado. En ambas, aunque existen diferencias entre ellas, el proceso, en esencia,
se basa en quemar gas para generar vapor de agua para que éste gire una turbina y produzca electricidad mediante un generador.
Las comunidades autónomas con centrales de ciclo combinado son: Andalucía, con 7; Aragón y Murcia, 3 cada una; con 2 centrales, Islas Baleares, Castilla-La Mancha, Cataluña, Galicia, Navarra, País Vasco y Comunidad Valenciana y con una central, Asturias y La Rioja. Entre sus propietarias están empresas tan conocidas como Endesa, Naturgy, Repsol o Iberdrola. Según el PNIEC,
dentro de ocho años se deberá disminuir un 33% la cantidad de electricidad generada mediante la quema de gas fósil.
Fuente:
https://www.climatica.lamarea.com/especial-energia-nuclear-gas/780