Represas en Aysén y comunidades locales

Fuente: La Nacion 23 de enero de 2007

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El interés de la empresa no se centra en contar con el apoyo de las comunidades, pues ni lo necesita ni les importa, sino más bien en generar la percepción en la opinión pública de que esto se viene y no hay más que hacer.

Carlos Garrido, Agrupación Defensores del Espíritu de la Patagonia

Dicen que aprendieron de Ralco, pero observando de cerca el proceder de Endesa en la zona de Aysén, no queda claro a que se refieren. En el Alto Biobío, Endesa no se portó bien y tampoco lo hizo el Estado chileno, constituyéndose en ambos casos una actuación vergonzosa. Lamentablemente, si se revisa el historial de la empresa eléctrica y del Gobierno para luego compararlo con lo que está sucediendo en la Patagonia, nos damos cuenta de que la degradación es la misma.

El caso de Ralco es historia y no debiera repetirse en un país que pretende ser serio y hacer las cosas bien. Eso supone una nueva oportunidad, hasta ahora desaprovechada. Es evidente que la manera de actuar de la eléctrica se repite hasta transformarse en una suerte de modus operandi.

Lo han sufrido en carne propia los campesinos del sur de Aysén, cerca del Baker y del Pascua, quienes se han visto sobrepasados y han tenido que constatar ingresos ilegales por parte de Endesa y de sus empresas contratistas para realizar estudios y mediciones, sin autorización del Estado ni de los propios dueños de los campos. También han tenido que soportar en sus propiedades camionetas, helicópteros y cuadrillas de trabajadores operando sin Dios ni ley, tal como consta en las denuncias presentadas en la fiscalía de Cochrane.

Todo esto ante un Gobierno y autoridades locales que se han caracterizado por hacerse los ciegos, sordos y mudos. Porque si la empresa se ha dado el lujo de trabajar sin autorización en terrenos del Estado chileno, qué se puede esperar en las tierras de los pobladores que viven en zonas de difícil acceso, con escasa información y sin ninguna capacidad para establecer acuerdos en iguales condiciones con una transnacional poderosa y con carta blanca para operar.

Allí muchos compatriotas están en completa indefensión. Todos estos hechos flagrantes indican que los intereses de la eléctrica no consideran el respeto por el medio ambiente y las comunidades locales al momento de hacer sus estudios o represas. Que digan eso en seminarios es otra cosa.

Al ver lo ocurrido en Cochrane y sus alrededores queda claro que cuando hablan de una lección aprendida se refieren a una cosa distinta a la que un aisenino bien intencionado podría suponer. Estas agresiones, y no otra cosa, son las que explican la desconfianza instalada en los campesinos dueños de predios y también en los opositores frente a la empresa, al Gobierno y al Estado.

Como todo el mundo sabe, esto no es una campaña electoral de resolución democrática. No será la gente la que decidirá finalmente si va o no el proyecto, por eso nadie tiene la obligación -ni se da la molestia- de “convencer” a los aiseninos de los discutibles beneficios que traería el proyecto para nuestra región. Debe ser por eso que, con absoluta liviandad, nuestras autoridades han pasado del silencio a afirmar recientemente, que este proyecto es tan necesario como inevitable. Se trata por cierto, de afirmaciones muy discutibles y de fundamentos precarios.

En este contexto, el interés de la empresa no se centra en contar con el apoyo de las comunidades, pues ni lo necesita ni les importa, sino más bien en generar la percepción en la opinión pública de que esto se viene y no hay más que hacer, porque el sentimiento de resignación se esparce solo. Y, peor aún, también hay quienes se hacen expectativas y dejan volar más de la cuenta su imaginación soñando con todo tipo de progresos para la región. Incluso con cosas que -para ser honestos- ni siquiera Endesa ha prometido en sus presentaciones.

De todas formas algo se ha avanzado. Hace un año era peor. Por ejemplo, había quienes daban el visto bueno al proyecto sin siquiera conocerlo. La desinformación era tal que “aprovechando” el proyecto hidroeléctrico de Aysén pedían a Endesa “si era posible” entregar recursos para costear una docena de becas para los estudiantes de Cochrane, mientras otros solicitaban si también “era posible” que la empresa cambiara el nombre de Central Baker 1 por el de Cochrane, para que nuestra comuna “suene” y sea promocionada como polo de turismo.

Pero hoy buena parte de la ciudadanía se ha informado y participa activamente, lo cual supone una ganancia porque lamentablemente en este país, y en particular en esta región, no existe una verdadera cultura de participación ciudadana.

En nombre de ello, las agrupaciones comunitarias, productivas y ambientales deben seguir velando porque al menos se respete la normativa, pues hace rato que el proceso no está pasando la prueba de la blancura.

El objetivo es claro: no permitir que nuevamente los intereses económicos de transnacionales se impongan sobre el legítimo derecho a vivir en nuestra reserva de vida.