RAPAL Uruguay
Celulosa, Dioxinas y Convenio de Estocolmo
por María Isabel Cárcamo
RAPAL Uruguay *
No es posible pensar la sociedad moderna sin papel. Sin embargo, es
importante señalar que existen importantes diferencias en materia
de consumo en distintos países del mundo y que gran parte de
ese consumo es totalmente prescindible.
Unos mucho y otros poco
Algunas cifras indican que los ciudadanos de los EE.UU. consumen actualmente
1,7 veces más papel per cápita que los británicos,
cuatro veces más que los malayos y 83 veces más que los
indios. ¿Significa que son 83 veces más instruidos que
los ciudadanos de la India, 4 veces más instruidos que los malayos
y 1,7 veces más instruidos que los británicos? Consideremos
otro ejemplo: el incremento en un año en el consumo per cápita
de papel en Suecia entre 1993 y 1994, fue el doble del total (!) del
consumo per cápita en Indonesia (WRM, 2004a).
Es importante aclarar que “es posible reducir el consumo en forma
radical sin que se produzca escasez de papel. Un ciudadano francés
consume anualmente 190 kilogramos de papel y cartón, en gran
medida utilizados en empaque. ¿Por qué no podría
un ciudadano finlandés bajar su consumo anual de 430 kilogramos
a esa cifra? ¿Por qué no podrían los ciudadanos
de EE.UU. bajar también su consumo per cápita de 330 kilogramos?
Pero incluso las cifras francesas implican un consumo excesivo y se
podrían reducir a los 40 kilogramos que consume un ciudadano
uruguayo promedio, cuyo propio consumo podría a su vez ser reducido
fácilmente a niveles todavía más bajos” (WRM,
2004b). El tema es que gran parte del consumo del papel es utilizado
en embalaje y lo peor es que en la mayoría de los casos éste
no es importante y solamente se hace con un mero afán cosmético.
Madera para papel
La industria del papel está basada en el uso de las fibras provenientes
de árboles u otras especies vegetales como el lino, caña
de azúcar, algodón y entre otros la paja. En el caso de
Uruguay, la materia prima utilizada en la industria de papel a mediados
del siglo 20 era la paja de trigo. Sin embargo, los crecientes volúmenes
de consumo mundial de papel y cartón llevaron a la industria
a apelar a fuentes aparentemente interminables de materia prima: los
bosques, en particular del hemisferio norte. Sin embargo, esa fuente
al parecer infinita comenzó a desaparecer y la industria apeló
a los monocultivos de árboles para abastecerse. Fue a partir
de ese momento que el eucalipto aparece en escena y que comienza a expandirse
rápidamente en el hemisferio sur.
La madera contiene fibras con alto contenido de celulosa, cementadas
entre sí por una sustancia llamada lignina. Los distintos métodos
utilizados para la fabricación de pasta de papel y el tipo de
madera empleada dan lugar a papeles de distintas calidades, conteniendo
diferentes proporciones de celulosa y lignina y poseyendo distintas
cualidades físicas. Estas fibras son sometidas a un proceso industrial
y la calidad del papel dependerá tanto del tipo de proceso utilizado
como de la fibra vegetal empleada para su producción; a su vez,
del proceso industrial adoptado dependerá la contaminación
asociada al mismo.
Los problemas del blanqueo
Si bien la producción de pulpa de papel genera una serie de
impactos ambientales importantes, el principal se vincula al blanqueo
de la pulpa para obtener un papel con un alto nivel de blancura. Los
procesos de blanqueo más antiguos están basados en la
utilización de cloro e hipoclorito, alternando con etapas de
tratamiento con soda. En este proceso de blanqueo se generan dioxinas
y furanos, sustancias químicas altamente contaminantes para el
medio ambiente y la salud de las personas, que no se degradan, que persisten
en el ambiente durante muchos años y que se van acumulando en
los tejidos de los animales que están expuestos a las mismas
(incluido el ser humano).
Hacia mediados de la década de 1980, el impacto ambiental de
la fabricación de papel en base a árboles generó
una profunda preocupación a nivel público. Los científicos
llegaron a la conclusión de que el cloro elemental, la principal
sustancia química utilizada para blanquear las fibras de madera,
combinado con lignina produce dioxinas, que se encuentran entre los
agentes carcinógenos y deterioradores de hormonas más
potentes del mundo. Además, también concluyeron que, después
de las usinas de incineración, las fábricas de pulpa para
papel son la segunda fuente más importante de dioxinas y la fuente
más importante de contaminación del agua con dioxinas.
Quedó a su vez clara la responsabilidad de la industria del papel
en los graves problemas de salud pública y en impactos ambientales
tales como el envenenamiento de peces y otros componentes de la fauna
acuática.
Frente a la creciente oposición, la industria internacional
respondió con inversión en tecnologías que podrían
conducir a reducir la contaminación. Si bien la sustitución
del cloro elemental por el dióxido de cloro (proceso libre de
cloro elemental - ECF) redujo significativamente la contaminación
por dioxinas, de ninguna forma la eliminó. También se
instrumentaron técnicas totalmente libres de cloro (TCF), aunque
su participación en el mercado es aún marginal. La celulosa
ECF domina actualmente el mercado mundial de celulosa química
blanqueada con una participación en el mismo superior a los dos
tercios (75%), seguida por el cloro elemental tradicional con aproximadamente
el 20%, mientras que la producción TCF mantiene un pequeño
nicho de mercado apenas superior al 5% (WRM, 2005).
El sistema ECF: no tan inocuo como dice
la industria
Un cambio completo del blanqueo que utiliza cloro elemental al que
emplea dióxido de cloro (ECF) podría reducir hasta el
80% en las emisiones de dioxinas y furanos (organoclorados), pero aunque
todas las fábricas de celulosa del mundo cambiasen su sistema
de blanqueo y hubiese un control de los equipos utilizados, igualmente
se seguiría emitiendo al menos 140.000 toneladas por año
de organoclorados tanto en el agua, aire, tierra y productos de la propia
industria. Esas emisiones pueden contener anualmente alrededor de 2,000
toneladas de dioxinas y furanos.
Además de dioxinas y furanos, el proceso de blanqueo que utiliza
dióxido de cloro (ECF) también libera una serie de sustancias
tales como cloroformo, ácido clorado, y otras compuestos tóxicos
que pueden ser acumulados en los tejidos de los peces. Más aún,
el blanqueo con dioxido de cloro produce grandes cantidades de clorate,
herbicida altamente potente que mata plantas y peces. Finalmente la
mayoría de los organoclorados encontrados en los efluentes de
plantas de celulosa aún no han podido siquiera identificar ni
menos aún evaluar en cuanto a sus posibles impactos (Stringer
y Johnston, 2001).
En una investigación sobre emisiones aéreas en una planta
finlandesa del tipo ECF se “detectaron niveles altos de varias
dioxinas y furanos clorados, donde los furanos eran el componente principal”
(Rosenberg et al. 1994, citado en Stringer y Johnston, 2001). La misma
investigación encontró que los niveles del principal furano
hallado en el aire “eran más altos en la sangre de un grupo
de trabajadores de la planta de celulosa que en la población
aledaña” (Rosenberg et al. 1995, citado en Stringer y Johnston,
2001).
En otro estudio en los Estados Unidos, se analizaron los efluentes
líquidos de una planta ECF y se encontraron dioxinas y furanos
en el efluente que llegaba a la planta de tratamiento, en los lodos
de la misma y en el agua filtrada de los lodos”.
En una planta ECF en Nueva Zelanda se hallaron “elevados niveles
de compuestos clorofenólicos en el río y en los sedimentos
del río donde se volcaron los efluentes. Las concentraciones
de clorofenólicos no volvieron a los niveles normales hasta aproximadamente
20 kms aguas abajo de la planta” (Judd et al. 1995, citado en
Stringer y Johnston, 2001).
Los resultados de otro importante número de estudios sobre plantas
de celulosa que utilizan el sistema ECF muestran que las dioxinas que
emiten “continúan estando presentes a niveles detectables”
(Gillespie 1996, citado en Stringer y Johnston, 2001).
La presencia de cloro elemental (que es el principal generador de dioxinas
y furanos) en plantas de celulosa ECF ocurre a través de dos
formas. Por un lado, la propia producción del dióxido
de cloro que utiliza la planta es acompañada por la co-producción
de cloro elemental. Pero aún si ese problema se resolviera “también
se genera cloro elemental durante el blanqueo con dióxido de
cloro (Reeve et al. 1995, citado en Stringer y Johnston, 2001).
¿Qué son las dioxinas y furanos?
Los PCDD/PCDF (o simplemente “dioxinas y furanos”) son
términos genéricos para denominar a un grupo de compuestos
altamente peligrosos, con parecidas estructuras y mecanismos de acción
tóxica. Algunos autores utilizan el término “doxinas”
para abarcar a ambos grupos (PCDD/PCDF) bajo un mismo nombre.
Las dioxinas y furanos no son producidos comercialmente, ni se les
conoce ninguna utilidad o aplicación. Se trata de compuestos
químicos tóxicos que son producidos como resultado de
procesos industriales, principalmente como subproductos en procesos
en los que interviene el cloro. Por ejemplo, en la elaboración
del plástico PVC, plaguicidas y disolventes organoclorados y
durante procesos de combustión de compuestos organoclorados,
(que tienen carbono y cloro en su molécula), como ocurre en los
incineradores de residuos peligrosos o durante incendios accidentales
de materiales o productos clorados.
La principal fuente de emisión atmosférica de dioxinas
son los incineradores de residuos peligrosos, domésticos, hospitalarios
o el uso de residuos peligrosos como combustible alterno en los hornos
de cemento. La principal fuente de emisión de dioxinas en el
agua son las descargas de la industria papelera que usa gas cloro para
blanquear la pulpa para papel, tomando en cuenta que las dioxinas se
forman al reaccionar el cloro con la lignina de la madera.
Las dioxinas y furanos tienen varias características comunes:
son muy tóxicos, son activos fisiológicamente en dosis
extremadamente pequeñas; son persistentes, es decir no se degradan
fácilmente y pueden durar años en el medio ambiente; son
bioacumulables en los tejidos grasos de los organismos y se biomagnifican,
es decir, que aumentan su concentración progresivamente a lo
largo de las cadenas alimenticias. Por su persistencia pueden viajar
grandes distancias siendo arrastrados por las corrientes atmosféricas,
marinas o de agua dulce, y mediante la migración a larga distancia
de los organismos que los han bioacumulado. Tal es el caso de ballenas
y aves.
Las dioxinas en el medio ambiente
En el agua. Debido a que son prácticamente insolubles en agua,
las dioxinas se adhieren (“adsorben”) a las partículas
en suspensión, que ingresan a la cadena alimenticia de los organismos
acuáticos con altamente tóxicos sobre los mismos.
En el aire. Las dioxinas se hallan en la atmósfera adheridas
(“adsorbidas”) a las partículas de polvo (cenizas
volantes).
En el suelo. Dada su baja solubilidad en agua y su gran capacidad de
adherirse a las partículas de suelo, su movilidad es extremadamente
baja y se acumulan en el suelo.
En las cadenas alimenticias. Dadas su baja solubilidad en agua y su
lenta degradación, las dioxinas se van acumulando las cadenas
alimenticias. La bioacumulación es grande en los peces, así
como en las grasas y en el hígado de los organismos terrestres.
En el caso de las plantas, la bioacumulación es moderada. Es
importante señalar a ese respecto que el tiempo de vida media
de las dioxinas en el suelo asciende a más de 10 años
(Rotard, 1987) y en el cuerpo humano es de hasta 6 años (Beck
et al., 1987).
Cómo se expone el ser humano a las
dioxinas
La ingestión de alimentos contaminados, especialmente carne
y productos lácteos, es la principal manera de exposición.
Su presencia se debe a que el ganado consume forraje vegetal contaminado
con estos compuestos y los bioacumula en los tejidos grasos y la leche.
Dicha contaminación se produce principalmente por la deposición
y transporte atmosférico a grandes distancias, desde las fuentes
de emisión atmosférica.
Otras vías importantes de exposición incluyen el consumo
de pescado contaminado directamente por las descargas de dioxinas o
por el depósito en aguas superficiales a partir de la atmósfera;
su inhalación en lugares próximos a las fuentes de emisión
atmosférica; y ciertas exposiciones ocupacionales, por ejemplo,
de trabajadores de las industrias que producen compuestos clorados como
por ejemplo fabricas de celulosa.
Efectos adversos en la salud
Es durante el desarrollo del feto donde la exposición a dioxinas
puede ser mayor y los efectos más dañinos. Pasan de la
madre al feto a través de la placenta. El mayor riesgo es durante
las primeras nueve semanas de embarazo, mientras que los mayores defectos
en el sistema nervioso central pueden ocurrir durante los primeros cuatro
meses del feto. Las dioxinas son del grupo de agentes químicos
que afectan el sistema endocrino: pueden entrar a las células
y bloquear, imitar o alterar las acciones de las hormonas, pudiendo
tener efectos negativos en el desarrollo neurológico, reproductivo,
conductual y en el sistema inmunológico. Esto último puede
propiciar que los niños contraigan más fácilmente
enfermedades infecciosas, como bronquitis y enfermedades del oído.
(Bejarano s/f)
Estudios en distintas especies de animales (ratones, ratas y hámsters),
comprobaron que las dioxinas pueden causar cáncer en distintas
partes del organismo: hígado, pulmones, lengua, parte superior
de la boca, nariz, glándula tiroides, glándula adrenal,
en la piel de la cara y bajo la piel. La Agencia de Protección
del Medio Ambiente de los Estados Unidos clasifica a las dioxinas como
probables carcinógenos humanos. (Bejarano s/f)
Otros posibles efectos crónicos por la exposición a altas
dosis de dioxinas en la vida adulta de los humanos incluyen la alteración
de funciones inmunológicas y endocrinas (hormonales), cloracné
y se sospecha que también endometriosis (desorden ginecológico,
crónico y doloroso, en el que los tejidos del útero crecen
fuera del mismo). (Bejarano s/f)
Un acuerdo internacional
Las dioxinas están en la lista de los Contaminantes Orgánicos
Persistentes (COPs). Afortunadamente, y luego de años de lucha,
se han implementado varios acuerdos internacionales con respecto a la
fabricación, uso y comercialización de los COPs. Uno de
estos acuerdos ha sido el Convenio de Estocolmo
sobre los COPs que reconoce las propiedades tóxicas y persistentes
de estas sustancias y apunta a su disminución paulatina y eliminación.
El convenio entró en vigencia el 17 de mayo de 2004 y Uruguay
lo ratificó en febrero de 2004.
Este convenio ha sido el resultado de un proceso de negociación
intergubernamental convocado por las Naciones Unidas para enfrentar
los graves peligros para la salud humana y el ambiente derivados de
las características de toxicidad, persistencia y bioacumulación
de ciertos productos químicos orgánicos. El Convenio es
un acuerdo internacional para eliminar 12 Contaminantes Orgánicos
Persistentes (COPs), que incluyen compuestos químicos industriales
como los PCB, plaguicidas como el mirex y contaminantes generados por
procesos industriales como las dioxinas y furanos. En el caso de las
dioxinas existe un compromiso de disminuir en forma paulatina y eliminar
definitivamente – en caso que sea posible – las emisiones
producidas por estos procesos.
Uruguay, el Convenio y las plantas que se
instalarían en Uruguay
De acuerdo al Convenio de Estocolmo, Uruguay se ha comprometido a reducir
y en un futuro a eliminar la emisión de dioxinas. Bajo este marco
pereciera contradictoria la autorización de la instalación
de dos enormes fábricas de celulosa, ya que si bien es cierto
que este Convenio por ahora autoriza el sistema de blanqueo con dióxido
de cloro (ECF), sistema que reduce la contaminación por dioxinas,
de ninguna forma las elimina. Por lo tanto, se estaría violando
el espíritu del convenio, ya que en vez de disminuir se aumentarían
las emisiones de estas sustancias altamente contaminantes y persistentes
en el medio ambiente.
Para dar cumplimiento cabal al espíritu del Convenio, entendemos
que los gobiernos de los cuatro países involucrados en el tema
de las plantas de celulosa proyectadas para este país (Uruguay,
Argentina, Finlandia y España) deberían exigir a las dos
empresas (ENCE y Botnia) que opten por el proceso de blanqueo TCF (que
no genera dioxinas y furanos), que utilizan en algunas de sus plantas
en su propio país.
* Por más información sobre
este tema, visitar el sitio web de RAPAL Uruguay http://www.chasque.net/rapaluy
Fuentes consultadas:
- Bejarano, Fernando y Albert, Lilia (s/f).- Dioxinas
y Furanos
http://www.jornada.unam.mx/2000/10/30/eco-f.html
- Beck et al. (1987).- Dioxinas
http://media.payson.tulane.edu:8086/spanish/envsp/Vol324.htm
- Greenpeace, (1992).- Pulp and paper
http://archive.greenpeace.org/toxics/reports/gopher-reports/chlora3.txt
- Rotard (1987).- Dioxinas
http://media.payson.tulane.edu:8086/spanish/envsp/Vol324.htm
- Stringer, Ruth y Johnston, Paul (2001).- Chlorine and the Environment:
An Overview of the Chlorine Industry. Kluwer Academic Publishers
- WRM (2004a).- Libros de texto, comercios y subsidios: la renegociación
del consumo del papel. Boletín WRM 83, junio
http://www.wrm.org.uy/boletin/83/escenario.html#mito
- WRM (2004b).- La manchada blancura de una hoja de papel. Boletín
WRM 83, junio
http://www.wrm.org.uy/boletin/83/opinion.html#opinion
- WRM (2005).- Fábricas de celulosa. Del monocultivo a la contaminación
industrial. Montevideo, WRM.
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