lanacion.cl, 17 de marzo de 2011

Información nuclear tóxica

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Raúl Sohr

Las empresas nucleares no sólo bajan el perfil sino que pretenden negar lo que está a la vista de todos. Ello porque la industria atómica depende en todo el mundo de subsidios fiscales.

Cuatro reactores atómicos con explosiones o incendios. Escape de radioactividad. Una situación fuera del control de los responsables de la planta. Pese a la crisis de enormes proporciones, el desastre que obliga a evacuar a 200 mil personas es calificado en el nivel cuatro en la Escala Internacional de Eventos Nucleares, que va de uno a siete.

A poco andar era evidente que lo ocurrido en el complejo de Fukushima superaba en gravedad al incidente de la planta atómica de Three Mile Island, en Estado Unidos en 1979. Dicho incidente en que hubo escaso escape de radioactividad fue calificado en grado cinco. Ahora las autoridades francesas califican la debacle nuclear nipona con grado seis, uno más abajo que el de Chernobil que aún es, por lejos, el más grave.

La principal fuente de información sobre el desastre es la empresa Tokyo Electric Power Company (TEPCO). Ya se sabe que el instinto natural de todo gobierno es bajar el perfil a las desgracias. Las empresas nucleares no sólo bajan el perfil sino que pretenden negar lo que está a la vista de todos. Ello porque la industria atómica depende en todo el mundo de subsidios fiscales. El motivo por el cual no se ha construido una planta núcleo eléctrica en Estados Unidos, en los últimos 30 años, es porque no hay compañías dispuestas asegurarlas en caso de accidentes. Esta responsabilidad recae siempre en manos de todos los contribuyentes. En consecuencia es vulnerable a la opinión pública que presiona a las autoridades políticas. Estados Unidos no es la excepción: la decisión del Presidente Barack Obama de construir dos nuevos reactores fue acompañada de un ítem presupuestario del erario nacional de ocho mil millones dólares.

El Primer Ministro japonés Naoto Kan ha aparecido ante las cámaras de televisión llamando a la calma pero sin clarificar la gravedad de la situación. Mientras tanto el público se entera que Francia ha llamado a sus nacionales a abandonar Tokio, varias empresas transnacionales están evacuando a sus empleado, líneas aéreas chinas y europeas han cancelado sus vuelos a la capital nipona donde se han detectado niveles de radioactividad que superan en veinte veces el nivel normal. Para complicar aún más las cosas ahora ha quedado claro que la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), de Naciones Unidas, no cuenta con expertos independientes en Japón. Por lo tanto lo que se pensó era una fuente independiente no es más que una repetidora de las versiones oficiales. Es probable que, con el tiempo, se disipen más rápido los efectos de la radioactividad que la profunda desconfianza hacia una industria ilustre por su opacidad.