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- Se trata de una industria gemela al Proyecto Valdivia - El proyecto contempla una inversión de 1050 millones de dólares
El sector vitivinícola y turístico de la zona ve aplastadas sus inversiones de concretarse la planta. Las viñas se cultivan allí por más de cien años. La zona ha sido catalogada como una de las más óptimas del mundo para producir vino de altísima calidad, según estudios de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, sede Chillán. De hecho, sus vinos quedaron autorizados de acuerdo al decreto ley 464 para incluir la denominación de origen, condición para ingresar a los mercados de Estados Unidos y Unión Europea, donde además su valor se duplica. La posibilidad de perder miles de hectáreas de diferentes cultivos y el serio peligro de contaminación de las aguas del río Itata preocupan a las comunidades de Ranquil, Portezuelo, Trehuaco, Coelemu, Quillón, todas ribereñas del río Itata. Ranquil, comuna objetivo para la instalación, es la más pobre de Chile, con una población de 6.404 habitantes, tiene un 50% de pobreza y un 20% de indigencia. Se eligen lugares como esta zona porque estos procesos demandan mucha agua, tanto para el proceso como para los desechos del proceso, existe una infraestructura apropiada y las materias primas están, en este caso, pinos. En la Provincia del Bíobío se ubican tres industrias de celulosa. Tal como lo señaló el Director de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, hay evidencias científicas comprobadas por esta casa de estudios que demuestran que tres efluentes de tres industrias de celulosa ubicadas en los márgenes del Bíobío son genotóxicos, son contaminantes y deben poner en alterta a la población. El proceso que utilizaría la planta de Celco es el mismo para el blanqueo de pulpa, por lo que resulta obvio el riesgo ambiental. Peor aún, el río Itata desemboca en una pradera marina que no tiene más de cien metros de profundidad. Si el agua contaminada se vierte ahí, el peligro es inminente. Lo que se pierde Además de los riesgos ambientales, cabe señalar que para 1998 se había anunciado la plantación de 300 hectáreas de variedades de cepas finas en la zona, con inversiones significativas. Esto se ha desechado ante la anuncia de la instalación de la planta de celulosa. Los viñedos menos finos igualmente se verán afectados porque Celco se apropió de todos los derechos disponibles de agua en el río Itata. Toda el agua está tomada, está inscrita. Si alguien quisiera hacer uso del agua, debería comprarla a la celulosa. Es el camino directo al monocultivo. La Fundación Chile, anterior dueña de los terrenos tenía un proyecto para mejorar las cepas de las viñas y hacer transferencia tecnológica a los campesinos. El proyecto llevaba 5 años. Una vez terminado el proceso de mejoramiento de cepas se continuaba con otros cinco años de trabajo para la transferencia de las cepas a los agricultores de toda la cuenca del río Itata. Sin embargo, le vende a CELCO los terrenos con instalaciones y viñas, es decir, el proyecto completo. La Fundación Chile es parte de la Corporación Nacional de la Madera (CORMA). El debate ausente En agosto del año pasado se inició la discusión del proyecto por parte de los afectados. De cinco encuentros organizados en distintas comunas de la Provincia, todos con el mismo objetivo, la empresa no ha asistido a ninguno, lo que ha generado una mala imagen en las comunidades afectadas. El Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales ha viajado a la zona en cuestión y ha conversado con las autoridades comunales y vecinos. Además, participó como expositor en los cinco encuentros organizados para debatir el conflicto, exponiendo los riesgos ambientales a los que se sometería la región de llevarse a cabo el proyecto. Representantes de la Corporación de la Madera señalaron en esta última oportunidad que la industria de celulosa era inofensiva para el medio ambiente, pero que no tenían los antecedentes de la empresa como para exponer una postura mejor fundamentada. Lo cuestionable Los costos de producción de celulosa en nuestro país son los más bajos del mundo, hay diferencias de 100 dólares por tonelada, con otros países. Esto se debe a que las plantas externalizan los costos medioambientales y sociales, ya que no se utilizan tecnologías amigables con el medio ambiente. Ni las comunidades ni los ecologistas estamos en contra de la industria de la celulosa. Lo que se cuestiona es el proceso kraff, sobre la base de compuestos clorados. Este proceso provoca la contaminación de suelos, aguas, napas subterráneas, genera vertederos, y afecta el valor de las tierras aledañas. Dentro de los desechos organoclorados se encuentran dioxinas y furanos, sustancias tóxicas altamente dañinas para el medio ambiente, con efectos cancerígenos, genotóxicos y mutagénicos. Pueden provocar lesiones al sistema nervioso, hepático y renal. La instalación de una planta de celulosa con proceso kraff va a generar la reconversión forzada de actividades de larga tradición en la zona como la agrícola, vitivinícola y turística, en favor de las actividades forestales. Al desplazar otras actividades, el destino de las personas es engrosar los cordones de miseria de las ciudades. Las organizaciones ecologistas que han participado en este conflicto son el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales y CODEFF Chillán.
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