Forestales, gobierno y universidades promoverán negocio de árboles transgénicos
Legitimar las plantaciones de árboles transgénicos en Chile como respuesta al cambio climático, es el objetivo de la alianza vigente en la región del Bío Bío entre el Estado y las forestales, a la que también concurren universidades, dada su dependencia de los privados para investigar, por no contar con recursos propios. Así, el gobierno regional del Bío Bío auspició el evento internacional IUFRO 2017 de investigación sobre árboles transgénicos (4 al 9 de junio), en conjunto con la Universidad de Concepción y la Universidad de Talca. Patrocinadores son la Forestal Arauco, depredadora del territorio de esa región, Futura Gene, execrada a nivel socio-ambiental como responsable de plantaciones de transgénicos y monocultivos en Sao Paulo (Suzano); Gondwana Genomics (de Australia, experta en mejoramiento vía marcadores genéticos), ArborGen (Estados Unidos, Brasil, eucaliptus transgénicos) y FONDECYT (fondo público chileno de investigación).
A nivel nacional el gobierno de Bachelet se empeña en seguir promoviendo nuevos tratados de libre comercio y servicios que piden “armonizar” legislaciones, omiten cualquier alusión al riesgo inherente y no consideran el principio de precaución al mencionar aspectos medioambientales. El Tratado Transpacífico y aquel que lo suceda en futuro, con o sin Estados Unidos, incluirá capítulos sobre la propiedad intelectual como cláusula de garantía para los transgénicos, puesto que obligan a los firmantes a establecer convenios, leyes y normas que los autoricen, so pena de ser consideradas normas que son obstáculos al libre comercio.
Riesgos ocultos
Los riesgos de los árboles transgénicos fueron señalados a nivel latinoamericano en la Declaración de Asunción, poco después que en 2015 Brasil dio luz verde a los eucaliptus transgénicos. Las organizaciones allí reunidas, entre ellas Global Justice Ecology Project, Coalición Mundial por los Bosques y Viento Sur de Chile, recordaron algo obvio: los árboles pueden vivir durante siglos y han evolucionado para difundir sus semillas y el polen a grandes distancias. Por ello, la contaminación genética de los bosques nativos por los árboles transgénicos, está prácticamente garantizada, con impactos impredecibles en los ecosistemas. La intensidad del daño dependerá de factores que ahora se sabe no son controlables, dado que las secuencias de genes insertadas o editadas no son exactas. Dan como resultado mutaciones y cambios impredecibles y/o muchas veces no esperados, en el genoma del árbol transgénico.
Por otra parte, continúa la citada declaración, las comunidades de las regiones afectadas, verán amenazada su soberanía. Científicos brasileños han estudiado que el eucaliptus consume más agua durante los primeros años de crecimiento y la cosecha de la planta transgénica se haría dentro de cinco años y no a partir de siete como ahora. Ello implicará más sequía, con alto riesgo para las huertas, plantas medicinales y cultivos de subsistencia en los nuevos territorios de la expansión transgénica. Los árboles a los que se incorporó genes Bt (Bacilum thuringensis) para prevenir una plaga determinada, producirán cada día ese insecticida, afectando a abejas y otros insectos benéficos, dañando gravemente la apicultura. Hay estudios que demuestran eso ocurre en los cultivos de maíz Bt. Aquellos árboles “tolerantes” al Roundup de Monsanto (nombre comercial del herbicida de Monsanto) destruirán en su entorno toda la avifauna y las flores y hierbas medicinales, puesto que morirán por la constante fumigación aérea de los monocultivos.
Enfermedades como cáncer y malformaciones congénitas se extenderán en las familias de los y las trabajadores y habitantes de áreas cercanas, ya que el glifosato es considerado posible cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud. Por esto último, el uso y venta del herbicida de Monsanto en Bélgica, Francia, e Italia, se está restringiendo este año a nivel doméstico y se prohíbe en áreas públicas como parques, caminos y jardines.
En Brasil
Diversos científicos y académicos brasileños opuestos a la introducción de la variedad transgénica de eucaliptus, alertaron acerca de que habrá mayor consumo de agua en el período de crecimiento, lo que puede alterar el equilibrio hídrico del ecosistema de la región donde se localicen los cultivos. Según denuncian, este árbol, que normalmente consume 30 litros de agua por día provoca sequía en el norte de Espiritu Santo y el sur de Bahía. En Brasil las mujeres campesinas han liderado la resistencia a los árboles transgénicos. En 2015, A pocas horas del Día Internacional de la mujer, ellas se movilizaron para destruir un vivero de eucaliptus transgénicos de la empresa biotecnológica Suzano-FuturaGene, en la comuna de Itapetininga, del Estado de Sao Paulo.
IUFRO = Tecno-ciencia
No hay peor sordo que el que no quiere oír. El Estado de Chile no escuchó el crepitar de pinos y eucaliptus ardiendo este verano y arrasando también a localidades sin agua, dependientes de camiones aljibe, debido a los insaciables monocultivos. Las autoridades sólo oyen la voz de Arauco y Mininco, formulando sus demandas tras los escritorios de científicos. Los investigadores sumidos en proyectos que operan bajo la modalidad de fondos “público-privados”, trabajan con millonario financiamiento público para aumentar las ganancias de las empresas forestales, a costa del medio ambiente y la salud de las personas, quizás sin saberlo o tomar conciencia de ello. El destacado investigador argentino Andrés Carrasco (UBA/CONYCIT), ya fallecido, denominaba este fenómeno como “tecnociencia”, una ciencia orientada a obtener resultados y productos funcionales a las necesidades de la industria, de espaldas a las necesidades de las grandes mayorías.
Secreto y engaño por nuevas técnicas
En Chile hoy no existe fiscalización alguna a la experimentación sobre árboles transgénicos, por ejemplo del proyecto Genómica de Resistencia a Fusarium circinatum en Pinus radiata, del consorcio Genómica Forestal en la Región del BioBio. Así lo reconoció el Servicio Agrícola y Ganadero SAG en respuesta a una detallada consulta formulada por transparencia en 2014 por OLCA, organización miembro de la campaña Yo No Quiero Transgénicos en Chile y la Coalición Mundial por los Bosques. Desde entonces diversas líneas de investigación en árboles transgénicos han avanzado en el más completo secreto. La estrategia de científicos y empresarios para eludir el rechazo ciudadano y evitar entramparse en leyes de “bioseguridad” que en Chile nunca han podido avanzar, se apoya en el uso de nuevas formas de manipulación de genes. Estas técnicas aun no están reguladas. Entre ellas están la Tecnología de Nucleasas de Dedos de Zinc (ZFN-1/2/3), la Mutagénesis Dirigida por Oligonucleótidos (ODM), la Cisgénesis/Intragénesis, la Metilación de ADN dependiente de ARN (RdDM); el Injerto (sobre un patrón modificado genéticamente); el Mejoramiento Inverso (RB); y/o la Agro-infiltración (tanto Agro-infiltración “sensu stricto” como Agroinoculación. La Unión Europea – reticente a los cultivos transgénicos, excluidos de la mayor parte de su territorio – está en la actualidad analizando estas metodologías para adoptar las medidas regulatorias que considere relevantes. Los resultados de estas técnicas son de la misma naturaleza que los logrados al insertar genes foráneos, puesto que, por ejemplo, “cortar y pegar” segmentos de ADN para suprimir una función, altera la cadena y el resto de complejas funciones, muchas de ellas totalmente desconocidas, generando reacciones impredecibles y efectos no objetivo.
Funa al Centro de Biotecnología UDEC
El secretismo vigente en proyectos relativos a árboles transgénicos en Chile, ya sean tolerantes a herbicidas o al estrés del frío o a la sequía, impide saber cuál o cuáles de estas técnicas son las que están usando los investigadores chilenos. El Centro de Biotecnología de la Universidad de Concepción, “funado” en una manifestación estudiantil el miércoles pasado, en repudio por su rol en estos proyectos que permitirán expandir los monocultivos ahora con transgénicos, negó las acusaciones de la manifestación convocada por la Federación de Estudiantes de su Universidad y de la Red de Defensa de Territorios, sin aportar ninguna información relevante sobre las investigaciones que desarrolla.
En tiempos de campaña electoral, es tiempo de presionar a favor de una legislación que avale sus resultados – que serán presentados como no transgénicos y simple “mejoramiento” – permitiendo a la industria expandir los monocultivos, ahora con eucaliptus y/o pinos transgénicos, productores de menos lignina (para obtener más pulpa o biomasa) o que se puedan plantar en lugares más fríos y sean resistentes a las enfermedades.
Ya conocemos los efectos depredadores de los monocultivos. Si estos son transgénicos, el listado de daños sólo puede empeorar. Con cero posibilidad de fiscalización y nula evaluación previa de riesgo, lo único que cabe plantear es la moratoria a esta tecnología en Chile sobre la base del principio de precaución, y también hacerlo a nivel global, a través de mecanismos del Convenio de Biodiversidad de Naciones Unidas. El destacado genetista canadiense David Suzuki, ex académico de la Universidad de British Columbia, y uno de los primeros científicos en alertar sobre los riesgos de la transgenia, sostiene: “La prisa por aplicar las ideas de la ingeniería genética es absolutamente peligrosa, porque no tenemos idea de cuál será el impacto a largo plazo de esas manipulaciones”. Es muy probable que los alumnos y académicos del Centro de Biotecnología de la Universidad de Concepción no conozcan a este genetista, galardonado con el premio Right Livelihood Award (el Nöbel alternativo) en 2009. Y no lo mencionará tampoco la expositora de IUFRO Sally Aitken, una de las expositoras del evento científico, quien sin embargo viene de la Universidad de British Columbia, en la que el reputado académico enseñó hasta la pasada década.
Lucía Sepúlveda Ruíz / Campaña Yo No Quiero Transgénicos en Chile – Red de Acción en Plaguicidas