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El atractivo del concepto de la inversión con criterios medioambientales, sociales y de gobernanza ha dejado de tener atractivo

27 de Marzo de 2024

Por qué la inversión ESG no podría recuperarse nunca



La marca ESG probablemente haya dejado atrás sus mejores días. Tras tres años de locura por los productos de inversión centrados en preocupaciones Ambientales, Sociales y de Gobierno corporativo -que forman el acrónimo en español ASG, equivalente al término inglés ESG-, el porcentaje de fondos de nueva creación en Estados Unidos y Europa con ESG en su nombre ha caído de un máximo del 8,3% a solo el 3,3%, según un análisis de datos trimestrales de Morningstar Direct.

Por Jon Sindreu - The Wall Street Journal
Imagen: Los inversores no dejan de retirar dinero de los fondos relacionados con la descarbonización. Foto: The Wall Street Journal

Del mismo modo, las búsquedas online de “ESG investing” se han desplomado hasta los niveles de mediados de 2019, según Google Trends. Las menciones del término en las convocatorias de analistas de empresas han caído un 59% desde su máximo trimestral en 2022, sugieren los datos de FactSet.

Una explicación es el colapso de los valores vinculados a la energía renovable, que son los que más fácilmente se asocian con el movimiento ESG. El débil crecimiento de las ventas de vehículos eléctricos ha afectado al gigante del sector Tesla. El índice S&P Global Clean Energy, en el que figuran el fabricante de paneles solares First Solar y el gigante danés de turbinas eólicas Vestas, ha perdido un 31% desde principios de 2023, a medida que se han ido archivando los proyectos de energías renovables. Esto contrasta con la rentabilidad del 27% que han registrado las bolsas mundiales.

El aumento de la inversión ESG entre 2019 y 2022 coincidió con un aumento de las valoraciones de las tecnologías limpias, y ahora está ocurriendo lo contrario. Los inversores han retirado 2.200 millones de dólares de fondos dedicados a la descarbonización desde principios de año, según EPFR, y las salidas son mayores cada semana. Existe el riesgo de que la ESG haya sido una moda de inversión en lugar de una revolución financiera que se extienda a todos los sectores.

El concepto fue el producto de una incómoda alianza a tres bandas. Por un lado, los inversores éticos, muy extendidos en Escandinavia, que incluyen fondos de pensiones, universidades y organizaciones religiosas unidas por el deseo de evitar empresas conflictivas. Por otro, había instituciones como las Naciones Unidas que pretendían canalizar el dinero hacia industrias que beneficiaran a la sociedad. Por último, había inversores que querían beneficiarse de la revolución verde.

Los gestores de activos aprovecharon la oportunidad para atender a los tres simultáneamente. La ESG les permitió diferenciar sus productos, revitalizar los argumentos a favor de la gestión activa y, en un momento de descenso de las comisiones, cobrar más por una selección de valores que, a menudo, solo conducen a pequeños cambios en las asignaciones. Entre los fondos de renta variable estadounidense, las estrategias ESG tienen una comisión media ponderada por activos del 0,52%, frente al 0,33% general, según muestran los datos de Morningstar Direct.

Pero la confusión de motivaciones dio lugar a contradicciones y a mucho doble lenguaje. Ni los objetivos éticos ni las apuestas por la descarbonización cuadran lógicamente con las afirmaciones de los gestores de fondos de que la ESG es un camino directo y seguro hacia mayores rentabilidades. Sí, un enfoque ESG puede ayudar a los gestores activos a valorar mejor riesgos tales como un cambio a un entorno regulatorio hostil o una implosión de la gobernanza de las compañías, que, en algunos casos, pueden quedar expuestos gracias a las informaciones que las empresas están obligadas a publicar. Este mes, la Unión Europea ha despejado el camino para exigir a las empresas que informen mejor y aborden los impactos de la sostenibilidad.

Sin embargo, la suposición de que la integración de criterios ESG en la elección de valores conducirá a una mejor selección parece errónea. La propia popularidad de los criterios ESG hace improbable que el mercado esté subestimando los riesgos. La afluencia de dinero a empresas como Vestas, cuyas acciones alcanzaron una relación precio/beneficios de 534 en 2022, ilustra el riesgo de que las acciones con altas puntuaciones de sostenibilidad puedan resultar demasiado caras, lo que reduciría su rentabilidad.

Y aunque a los inversores éticos les pueda parecer bien, eso solo desplaza el foco del problema a decidir qué es lo que cuenta como ético. Resulta revelador que el interés por los ESG haya disminuido más en EEUU, donde la politización de los vehículos eléctricos y las guerras culturales en torno a la cerveza Bud Light muestran con qué facilidad las empresas pueden convertirse en campos de batalla ideológicos.

Las calificaciones ESG no ayudan mucho a navegar por estos temas. Según un estudio publicado en febrero por el Leibniz Institute SAFE, distintos proveedores otorgan puntuaciones muy diferentes a las mismas empresas, incluso dentro de los factores específicos E, S y G. Los investigadores también descubrieron que las preocupaciones medioambientales tienden a tener un mayor peso en la puntuación global.

Se trata de otro indicio de que el motor último de la moda ESG de la era de la pandemia podría haber sido el ansia por invertir temáticamente. Pero desde entonces, esta necesidad ha encontrado mejores opciones, como demuestra el vertiginoso crecimiento de empresas como Global X, que ofrece productos cada vez más detallados, como fondos de seguimiento para baterías eléctricas, computación en nube y envejecimiento de la población.

Los compradores de estos productos pueden ser volubles y saltar a la siguiente inversión temática, a menudo demasiado rápido para su propio bien, según mostró un análisis de Morningstar el pasado noviembre. Es posible que la marca ESG, excesivamente genérica, nunca recupere su atractivo, y que sus diferentes partes acaben cambiando de marca para adaptarse a sus bases de clientes específicas. BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo, ya la ha abandonado y ahora hace hincapié en los temas de transición por encima de la gestión ética de las empresas.

La inversión sostenible está aquí para quedarse. Pero un escaparate demasiado grande que abarca demasiados intereses no va a cumplir bien ninguno de ellos.

Versión original: The Wall Street Journal, 24 de marzo 2024
Traducción: El Confidencial


Fuente:
https://www.elconfidencial.com/mercados/the-wall-street-journal/2024-03-27/inversiones-esg-fondos-muerte-exito_3855719/

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