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Ahora viene el “pragmatismo energético”:

27 de Marzo de 2024

Los mensajes que Larry Fink, CEO de BlackRock, lanza a inversionistas, empresarios y políticos



La carta que dirige anualmente Larry Fink a los inversores debe ser leída con atención, no solo por las enormes dimensiones de la empresa que dirige, BlackRock, y por el peso que tiene en el entorno financiero, sino por su capacidad de influencia económica y política. A finales de 2023, gestionaba 10 billones de dólares en activos y poseía acciones de las más grandes firmas del mundo. En el caso español, está presente en la totalidad del Ibex, pero también en el mercado continuo: 71 firmas cotizadas nacionales están participadas por BlackRock. (Ver carta de Larry Fink)

Por Esteban Hernández - El Confidencial
Imagen: La carta anual del CEO de BlackRock a sus inversores contiene varias advertencias sobre los caminos que deben transitarse y algunas visiones erróneas. Foto: fortune.com

Además, no cabe despreciar su influencia a la hora de orientar los programas políticos. Buena parte del plan de país de Biden y leyes como la Inflation Reduction Act lo reflejan, está alineado con esa idea de crecimiento a través de infraestructuras e impulso de las energías renovables que BlackRock promueve. Igual ocurre en la Unión Europea, y es fácil entender que su influencia en España es relevante. Y, desde luego, su importancia para las empresas nacionales es sustancial: sería difícil que un CEO del Ibex sobreviviera si BlackRock se movilizase en su contra. Y Fink ya ha avisado de que van a ejercer su tarea de supervisión de las firmas en las que participan, y su derecho de voto, con mayor rigor.

En su carta de 2024, Fink realiza una lectura de situación bastante previsible, dado el contexto del que proviene. Pone el acento en la deuda de los Estados, en las oportunidades de inversión en infraestructuras, en el papel del capital privado como promotor del crecimiento y en la necesidad de poner en cuestión la edad de jubilación actual. Son una serie de ideas que el ámbito financiero ha venido señalando desde hace mucho tiempo, y a ellas vuelve Fink.

Sin embargo, también apunta algunas cuestiones relevantes, tanto por lo que supone de modificación de su estrategia como por lo que anticipa de posiciones que serán cada vez más comunes.

La amistad entre Estado y mercado

Aunque no lo señale expresamente, Fink da por sentado que, en este nuevo entorno, los Estados van a estar más presentes. Por ejemplo, la apuesta por el desarrollo de infraestructuras, que es uno de los elementos esenciales de la visión de Biden, necesita de impulso estatal, porque hace falta construir “carreteras, puentes, puertos, aeropuertos y torres de telefonía móvil”. Y, desde luego, habrá de impulsarse el sector donde percibe “una mayor demanda de nuevas inversiones, la infraestructura energética”. Esto no puede hacerse sin el Estado, pero no basta con esto. La deuda de los Estados, comenzando por EEUU, es lo suficientemente elevada como para que no puedan hacerlo por sí mismos. Es ahí donde una empresa como la suya puede ayudar: dado que la financiación no puede provenir únicamente del Gobierno, habrá que utilizar alguna “clase de combinación público-privada”.

Eso significa dos cosas,< b>por las que Fink aboga: que el momento de estar únicamente a cuadrar las cuentas públicas no es el adecuado, porque hace falta inversión, y que las firmas privadas tienen una oportunidad de hacerse con nuevas fuentes de negocio.

Además, se abren más opciones, porque no son solamente los gobiernos endeudados los que necesitan fuentes alternativas de financiación: “En todo el mundo existe una enorme infraestructura que pertenece y es operada en su totalidad por empresas privadas. Las torres de telefonía móvil son un buen ejemplo. También lo son los oleoductos que entregan las materias primas a las empresas químicas. Cada vez más, los propietarios de estos activos prefieren tener un socio financiero, en lugar de cargar el costo total de la infraestructura en su balance. Hay oportunidades de inversión”. Su apuesta por este sector es, por tanto, doble.

La hora del pragmatismo energético

La carta de 2024 incluye también una marcha atrás. Ya no insiste en los criterios ESG, que tan importantes fueron durante una época, ni tampoco en una reconversión verde acelerada. Ahora la postura es la del “pragmatismo energético”, que es la bandera bajo la que muchos líderes mundiales intentan compatibilizar la descarbonización y la seguridad energética.

El mundo no está dividido, “como afirman los activistas de extrema izquierda y extrema derecha”, entre las energías renovables y el petróleo y el gas, que sería la elección que tendrían que hacer los países. Más al contrario, “los líderes mundiales con los que he hablado creen que el mundo todavía necesita ambas fuentes de energía. Son mucho más pragmáticos que dogmáticos en esta materia energía”.

En ese contexto, quizá no haga falta correr tanto con la inversión verde, y más cuando “BlackRock nunca ha apoyado la desinversión en empresas energéticas tradicionales”. Su apuesta es estar pendientes de las necesidades de los clientes y, si estos “quieren invertir en hidrocarburos, les damos todas las oportunidades para hacerlo, de la misma manera que invertimos aproximadamente 138.000 millones de dólares en estrategias de transición energética”. Son un administrador de activos y, si la demanda no se canaliza por las renovables con tanta fuerza, BlackRock debe escuchar el mensaje.

Es una marcha atrás o, si se quiere, una adaptación a los nuevos tiempos de su postura tan favorable a la descarbonización. Fink la percibe como una gran oportunidad todavía, pero quizá la velocidad deba ser otra. En ese sentido, estamos viendo cómo la Unión Europea está adaptándose también a ese nuevo mundo.

Sin embargo, sorprende que el CEO de BlackRock señale expresamente a Alemania como ejemplo de éxito en la transición energética: “Es uno de los países más comprometidos con la lucha contra el cambio climático y ha realizado enormes inversiones en energía eólica y solar. Pero a veces en Berlín no sopla el viento y en Múnich no brilla el sol. Y, durante esos periodos sin viento y sin sol, el país todavía necesita depender del gas natural para obtener “energía distribuible”. Alemania solía obtener ese gas de Rusia, pero ahora necesita buscar en otra parte. Por eso, están construyendo instalaciones de gas adicionales para importar de otros productores de todo el mundo”. Esa descripción obvia cómo Alemania está sufriendo grandes tensiones, especialmente con su sector industrial, precisamente porque no estaba preparada para los nuevos tiempos en materia energética. Lo que antes se consideraba como un éxito ahora está siendo puesto en cuestión.

El debate sobre la jubilación

El tercer elemento relevante en la carta es su apuesta por retrasar la edad de jubilación. Pero hay que insistir en que se trata de una misiva a los inversores, y que los fondos de pensiones son uno de los principales clientes de BlackRock. No es extraño que abogue por una captación mayor de recursos para sus clientes, que luego redundarían en más capital administrado por la empresa de Larry Fink.

Para defender esa postura, Fink utiliza los argumentos habituales, los que enfrentan a las personas de mayor edad con las que entran ahora en el mercado laboral: “No es de extrañar que las generaciones más jóvenes, los millennials y la Generación Z, estén tan ansiosas económicamente. Creen que mi generación (los baby boomers) se ha centrado en su propio bienestar financiero en detrimento de quién vendrá después. Y, en el caso de la jubilación, tienen razón”.

Lo que Fink señala, a partir del análisis de diferentes casos, es que debemos pensar en mantener los sistemas de pensiones para que las generaciones jóvenes puedan tener también una jubilación justa. La solución que propone, y hace especial hincapié en el sistema estadounidense, es canalizar cada vez más cantidades hacia la inversión: ya sea retrasando el momento del pago, al salir de la vida laboral activa más tarde (y con el mayor tiempo de aportación que eso supone), ya incluyendo a un mayor número de personas que aporten a los planes, por ejemplo, poniendo en marcha en EEUU un sistema que llama de “inscripción automática”.

Todos los razonamientos empleados por Fink tienen como función esa canalización de mayores recursos hacia el sector inversor, por lo que, al ser juez y parte, las posturas de BlackRock deben leerse no como una descripción objetiva de la sociedad, sino como el intento de una parte interesada de obtener más. Es probable que no sea así, y que estos debates, ya lanzados, penetren profundamente en el ámbito político, y que se conviertan en muy habituales, pero no pueden perderse de vista los intereses de los fondos de pensiones privados, y de un importante administrador de sus activos, a la hora de entender qué está en juego.

Aladdin crece

Más allá de estos aspectos, que son los más subrayados de la carta de Fink, hay otro que resulta especialmente interesante, como es el crecimiento de Aladdin, “el Android de la inversión”. Se trata de una plataforma basada en el big data y la inteligencia artificial, y cuyo algoritmo guarda con enorme celo la compañía dirigida por Fink. Su importancia radica en que su análisis de riesgos es utilizado por la Reserva Federal de EEUU y por el Banco Central Europeo, pero también por competidores de BlackRock y por grandes aseguradoras y grandes empresas. Aladdin fue descrito por Financial Times como el sistema nervioso central de la industria inversora.

Según afirma Fink, “sigue siendo el lenguaje de las carteras de inversión el que une a todo BlackRock y el que proporciona la base tecnológica para los servicios que brindamos a los clientes. Y Aladdin no es solo la tecnología clave que impulsa a BlackRock, también la de muchos de nuestros clientes. La necesidad de datos integrados y análisis de riesgos, así como vistas de cartera completa en los mercados públicos y privados, está impulsando el crecimiento del valor de contrato anual (ACV)”. Aladdin ha crecido mediante más ventas de este servicio y el deseo de Fink es que continúe haciéndolo.

Esto es llamativo, en la medida en que implica que muchos de los actores económicos y financieros más relevantes leen el mundo a través de los ojos de BlackRock, con las consecuencias negativas que conlleva toda concentración.

Por qué los jubilados no gastan más

La pregunta es si debemos hacer caso a las lecturas de Fink como si fueran una serie de alertas enviadas por una persona que, al estar al frente de una institución tan relevante, posee un conocimiento especial de nuestra sociedad. Sin duda, su posición privilegiada le permite realizar análisis profundos, pero ese mismo lugar también le aleja de la realidad cotidiana, lo que implica deficiencias en sus razonamientos.

Un reflejo obvio de ese sesgo aparece en sus análisis sobre la preocupación de los jubilados respecto del dinero y su obsesión por conservar el patrimonio. Fink se basa en una encuesta realizada en 2018 a 1.150 jubilados estadounidenses. En sus resultados aparece que, “casi dos décadas después de la jubilación, la persona promedio todavía tenía ahorrado el 80% del dinero previo a su salida del entorno laboral. Estamos hablando de personas que probablemente tenían entre 75 y 95 años. Si habían invertido para la jubilación, probablemente tenían dinero más que suficiente para el resto de sus vidas. Y, sin embargo, los datos también mostraron que estaban preocupados por sus finanzas. Solo el 32% afirmó sentirse cómodo gastando lo que ahorraba”. Fink insiste en que ese capital debería ser canalizado también hacia la inversión, porque no tiene sentido que personas que van a tener suficiente para lo que les queda de vida no deseen gastar o invertir.

Dejando de lado los casos de jubilados que llegan a fin de mes muy justos, que desde luego ocurre con frecuencia en España, pero también en EEUU, es natural que los mayores quieran conservar su patrimonio, porque la vida no se acaba en ellos. En nuestro país, muchos jubilados mantuvieron a miembros de su familia en los malos momentos de la crisis, y continúan ayudándolos, ya sean hijos o nietos. Una mayoría sustancial están preocupados por el futuro y les gustaría transmitir un patrimonio para que sus descendientes tengan un refuerzo en tiempos que se adivinan difíciles. No quieren gastar, y es natural, porque es humano sentir el peso de la responsabilidad hacia los que se quedan. Es difícil poner una objeción a este deseo.

El papel de los inversores

Otro asunto relevante en el que Fink pone el dedo en la llaga es la composición de clase: “Hay 57 millones de personas en Estados Unidos (granjeros, trabajadores autónomos, empleados de restaurantes, contratistas independientes) que no tienen acceso a un plan definido de contribución a su jubilación”. España es otro entorno, pero esas dificultades también forman parte de nuestra vida cotidiana. Esos sectores, que son asalariados por cuenta ajena cuya contribución a la pensión es baja porque cobran poco (o porque lo hacen en negro), autónomos que optan por la cuota mínima o pequeños empresarios, van a tenerlo difícil cuando les llegue la jubilación. Solucionar esto es complicado, porque pasaría por un cambio en el modo de dirigir la economía que permitiera un bienestar mayor, de manera que aportasen a estos segmentos de la sociedad ingresos suficientes como para pensar en el futuro. Nuestro país, como EEUU, tiene un buen número de personas que no pueden afrontar un gasto imprevisto de 400 euros. ¿Cómo se piensa en el futuro cuando los recursos son consumidos por la simple supervivencia? Para que tuvieran algo de seguridad, sus recursos deberían ser mayores, pero son justo ellos, los empleados informales y los que trabajan por su cuenta, los que más están notando esta crisis de inflación, que va más allá de la inflación nominal. Es difícil que, cuando los alquileres y las hipotecas suben tanto, cuando el coste de la luz o la calefacción se incrementan en exceso, o cuando los alimentos (y las materias primas para los autónomos y pymes) se disparan, haya posibilidad de pensar en el futuro. El porvenir siempre aparece lejano para estas clases sociales, y, para darles uno, hace falta mucho más que promover planes de pensiones privados o una mayor cotización a la Seguridad Social.

En todo caso, es probable que la discusión política se centre en muchos de los aspectos que Fink señala: inversión para infraestructuras, retraso de la edad de jubilación, deuda pública y pragmatismo energético. Y todo ello en un marco de tensiones geopolíticas que lleva a un gasto mayor en defensa, de lógicas económicas que deterioran el nivel de vida de la mayoría de los ciudadanos y de tensiones políticas crecientes. Este escenario plantea preguntas importantes acerca del papel que deben jugar las finanzas y de cómo el capital privado debe actuar en esta época. Y subraya también la necesidad de que la inversión gire hacia lo productivo de un modo decidido, mucho más que en estar pensando en que la gente se jubile más tarde porque, de otro modo, le estarían robando el futuro a los jóvenes o de ver cómo se puede obtener rentabilidad a través de infraestructuras públicas.

Fuente:
https://www.elconfidencial.com/economia/2024-03-27/larry-fink-ceo-blackrock-politicos_3856375/

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