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Ser libres al borde del abismo (Parte 3)11 de Agosto de 2025
Cariño, ¿qué nos pasó?: La domesticación del ser humano y la crisis moderna
En el libro “Colmillo Blanco” (London J., 1906) se cuenta la historia de la domesticación de un lobo salvaje: Arrastrado por el hambre y sin una camada, el cachorro vive entre los humanos explorando la lucha entre la naturaleza y la civilización.
(La siguiente es la tercera de un trabajo de cuatro partes que en las tres primeras describe las dimensiones de una crisis sistémica (económica, social y espiritual) y que en la última plantea alternativas a la crisis.)
“No hay lugar seguro para mi, ni en el bosque ni en la aldea. El lobo es el depredador más temido de la naturaleza, pero el hombre es el más peligroso de todos”
- Jack London, Colmillo Blanco
En el libro “Colmillo Blanco” (London J., 1906) se cuenta la historia de la domesticación de un lobo salvaje: Arrastrado por el hambre y sin una camada, el cachorro vive entre los humanos explorando la lucha entre la naturaleza y la civilización. A través de los ojos de Colmillo Blanco, London examina cómo el entorno y las experiencias moldean el carácter y el destino.
Por
Daniel S. Santander Urrutia
“
El hombre ha sido el enemigo del lobo desde el principio de los tiempos”. El libro de London juega con una metáfora que alude a la auto domesticación del ser humano y su constante contradicción con su naturaleza salvaje.
La pérdida de la libertad, la separación de la tribu y la escisión del vínculo espiritual con la madre Naturaleza marcan la transformación del homo sapiens al
homo sapiens sapiens, el humano moderno. La destrucción de la naturaleza, la crueldad para con los animales y los genocidios modernos son expresiones de esta desnaturalización o deshumanización. En este trabajo se aborda la ruptura del vínculo del ser humano con su esencia espiritual, el quiebre con la Naturaleza y las consecuencias que esto ha generado sobre la psicología humana.
Teorías de la domesticación
La cautivación y el interés por la Naturaleza ha existido en los seres humanos desde sus primeros albores en los pueblos nómadas que caminaron la tierra helada en busca del alimento, coloreando las cuevas que habitaban con tintas de frutos y sangre, representando los animales que transitaron por aquellos paisajes; dejando galerías de arte a la humanidad de los milenios posteriores.
Numerosos cambios biológicos y culturales han transformado el comportamiento humano desde aquellos años en que decidimos descender de los árboles y terminamos caminando sobre el hielo en búsqueda de alimento. Aún así perduran las estructuras primitivas, es el caso del “cerebro reptiliano”, la parte más antigua del cerebro, ubicada en la base y que está involucrada en la respiración, la frecuencia cardíaca y los instintos de supervivencia (MacLean P., 1990). Podemos decir que, gran parte de nuestro yo primitivo, aún habita en nosotros y nos conduce a través de impulsos por nuestra supervivencia.
Antropólogos y biólogos evolutivos han planteado la idea de que los seres humanos se han domesticado a sí mismos a lo largo de su evolución (Wilkins A., 2014), a partir de la necesidad de la cooperación en las sociedades, lo que últimamente ha influido en la organización política y social (Leach H., 2003). Estas primeras etapas de la organización humana han sido denominadas por algunos autores como comunismo primitivo, por ser caracterizadas por la propiedad común de los recursos (Lee R., 1990).
La agricultura jugó un rol gravitante en la domesticación humana, pues su aparición permitió establecer asentamientos permanentes y alimentar a poblaciones de mayor número (Mancuso S., 2017). El desarrollo de una economía sedentaria y particularmente agrícola, en conjunto con el desarrollo de técnicas y prácticas de almacenamiento permitió transitar paulatinamente hacia sociedades acumuladoras de comida y riqueza (Smith S., 1997) gestando el surgimiento de la propiedad privada.
Transiciones sucesivas entre las relaciones de producción y las estructuras sociales y económicas se suceden desde el paso del comunismo primitivo, hacia el esclavismo, que luego verá el surgimiento del feudalismo, el capitalismo (Engels F., 1884) y finalmente el imperialismo (Lenin V., 1917).
El Patriarcado y la transición al capitalismo
De acuerdo a Friedrich Engels, la familia será una piedra angular en la transformación de la sociedad hacia el capitalismo (Engels F., 1884) al mismo tiempo que fija la posición de las mujeres en la sociedad en relación a su rol para la conservación de la propiedad privada (De Beauvoir S. 1949). La familia monogámica y el matrimonio surgen como una institución social y legal que garantiza la transmisión de la propiedad privada en forma de patrimonio entre las generaciones (Engels F., 1884).
El surgimiento del matrimonio sustituye las sociedades matriarcales o matrilineales por patriarcales (De Beauvoir S., 1949), mientras la propiedad privada distorsiona nuestra percepción y capacidad de compromiso en relaciones
libres y apasionadas (Sayers J., 2012; Engels F., 1884).
Durante la transición del feudalismo al capitalismo ocurrirá uno de los elementos más claves para la conformación del Estado moderno y el disciplinamiento de las mujeres: La cacería de brujas (Federici S., 2004). Este fenómeno coincidió con los cercamientos de tierras entre los siglos XV y XVII, que desmantelaron las relaciones de propiedad comunal. Las mujeres, especialmente las ancianas que eran custodias de prácticas comunitarias, fueron blanco de violencia sistemática, debilitando la resistencia campesina frente a la privatización del campo y el avance del capitalismo (Federici S., 2004).
La cacería de brujas fue usada por el Estado para consolidar su poder, fragmentar las comunidades mediante el miedo y reforzar la subordinación patriarcal. Las cacerías contribuyeron a redefinir el rol de las mujeres en la sociedad, transformando sus cuerpos en instrumentos para la reproducción de la fuerza laboral bajo el nuevo sistema capitalista (Federici S., 2004). Esto implicó una desvalorización del trabajo femenino y una imposición de disciplina laboral acorde con las necesidades del capitalismo emergente (Federici S., 2004).
La reconciliación entre el rol reproductivo y productivo se transforma entonces en una base para su explotación, la consignación de la labor doméstica y su privación en la toma de decisiones (De Beauvoir S., 1949). El capitalismo requiere cuerpos que como maquinaria lo sostengan, modelo que determina una parte masculina que realiza la fuerza física en lo público, mientras la expresión femenina se encarga de la parte reproductiva en
lo privado (Luna, 2022). Así, el trabajo doméstico se entiende como trabajo "domesticado" por ser subestimado en términos de su valor social y económico (Martín Palomo M. T., 2008).
La ruptura del espíritu y la sociedad de las cavernas
El grado de deterioro al que ha llegado nuestra humanidad moderna se observa en la apatía y violencia hacia la Naturaleza y con el resto de seres humanos. El sujeto moderno no sólo es hiperconsumista de objetos, también lo es de sujetos, en la medida en que cosifica sus vínculos (Marx K., 1867).
En la producción capitalista, por las condiciones en las que el trabajo se produce carente del arte y la esencia del productor, las mercancías adquieren espíritu propio, mientras las personas se cosifican y pierden su libertad. A este fenómeno de cosificación de las personas se le conoce como el fetiche de la mercancía. Surge con la producción de mercancías “fantasmagóricas”, desconectadas de los procesos de explotación subyacentes, que generan productos que tienen una voluntad independiente de quienes la produjeron (Marx K., 1867). Una autonomía que parece ser estrictamente racional y tan abarcadora que cubre todo rastro de la naturaleza fundamental relacional humana (Lukács G., 2023).
La libertad y el desarrollo de la persona cómo sujeto, está relacionada con su espíritu. Es lo que plantea Hegel en la
Fenomenología del Espíritu dónde indica que el sujeto es el Espíritu y su objeto es el máximo desarrollo de la libertad (Hegel G., 1807). La unidad entre alma y cuerpo (Descartes R., 1641), el sujeto y su libertad, existe producto a una unidad que envuelve a ambas sustancias como un hechizo mágico (Weber M., 1904) y que une al espíritu con la realidad material; esto es: espiritualidad.
El humano se deshace de su naturaleza humana al romper ese hechizo y expulsarlo del mundo, pasando a estar bajo el control de los estímulos exteriores del plano material (Weber M., 1904), el ser humano es seducido por la materialidad, los 7 pecados capitales. La modernidad es la expresión de la ruptura del encanto con el vínculo espiritual. Se produce en forma de ilustración o iluminación, un aparente blanqueador de la oscuridad que representa lo desconocido; así como la ciencia “limpia” el mito de las religiones y espiritualidades.
¿Qué ocurre si esta visión sobre la desaparición de las sombras, proviene de un sujeto que aduce haber escapado sin haber comprendido realmente la caverna en la que se encontraba? (Plato, 380 B.c.) ¿Qué tal si la razón, aquella visión material con la que observamos el mundo en el que habitamos, es la verdadera caverna que impide iluminar las sombras?
A medida que el ser humano cree iluminar un mundo supuestamente más transparente, desmitificado e intelectualizado; expresa realmente su alienación y el indeseable giro del progreso científico que limpia al mundo de su misterio y riqueza, influyendo en fenómenos como el consumismo y la enajenación (Weber M., 1904).
La razón ilustrada, el progreso continuo a través de la razón, lejos de ser objetiva, es puramente instrumental, impulsando el desarrollo de la técnica con el fin de dominar a otros y a la Naturaleza (Adorno T., 1944).
En un mundo desencantado, la vida pública entra en decadencia pues los valores privados ya no existen en la comunidad, lo que lleva a que las personas busquen la realización emocional en sus relaciones privadas, particularmente en la familia (Engels F., 1884; Weber M., 1904).
Esta transición arrebata al ser humano de su capacidad de amar (Fromm, 1956), la preocupación genuina para con los otros, un sentido de la responsabilidad hacia la humanidad (Ewen R. B., 1993) pues el amor es una expresión del espíritu, ya que como señaló Fromm “no se ama a una persona, se ama el mundo, se ama la vida” (Fromm E., 1956).
Nos hemos domesticado creando un mundo carente de amor, carente de espíritu, un mundo des-espiritualizado.
La estructura: seres sociales des-socializados
La relación crítica del ser humano con su entorno se debe a que este es primariamente un ser social (Fromm E., 1941/1965; Ewen R. B., 1993). La psicología individual es fundamentalmente psicología social. De acuerdo con
la metáfora de la domesticación del lobo, la pérdida de la tribu expresada como soledad humana, genera sentimientos de aislamiento al momento
en que el humano reconoce su debilidad en relación a las vastas fuerzas de la naturaleza (Ewen R. B., 1993).
La sociedad y la cultura ejercen una influencia significativa en la formación del individuo (Fromm E., 1941). En su teoría del "carácter social", Fromm describe cómo las formas de subjetividad se estructuran a través de la interacción social y la asimilación de la naturaleza; esto deriva en normas, valores y patrones de comportamiento de la sociedad que terminan siendo absorbidas por el individuo, incorporándose en su percepción y personalidad (Fromm E., 1941). Finalmente, la sociedad moderna llega a afectar la capacidad del individuo e impide que éste alcance su pleno potencial humano (Fromm E., 1941).
Este fenómeno lo describe Heidegger como “Being in the World”, la incrustación y situación en un contexto particular (Horrigan-Kelly M., 2016; Heidegger, 1927). Los humanos son “arrojados al mundo”, es decir, son desde el principio de sus vidas lanzados en una serie de relaciones y entornos que constituyen “su mundo” (Heidegger M., 1927; 1950; Mambrol N., 2018).
De acuerdo al materialismo histórico, este mundo está compuesto por una "estructura" y una “superestructura”. La estructura se refiere a la base económica de la sociedad, que incluye las relaciones de producción y las fuerzas productivas; la "superestructura" en tanto es la ideología y las instituciones políticas, el sistema legal, la cultura, la religión, determinadas por la estructura económica subyacente (Marx K., 1859). La superestructura surge de la base económica y ejerce una influencia significativa en la sociedad generando que las instituciones políticas y las ideologías sean reflejo de las relaciones de poder y las condiciones económicas existentes (Marx K., 1859).
La conformación de la dominación a través de los medios ideológicos o culturales conforman lo que Gramsci llamó “La Hegemonía Cultural”. Es la influencia y el control de las instituciones sociales sobre los valores, normas, ideas, expectativas, cosmovisión y comportamiento de la sociedad a través de medios “pacíficos” (Gramsci A., 1929-1935).
¿Qué tal si nuestras ideas no son realmente nuestras? De acuerdo con Lukács, filósofo marxista Húngaro, una estructura de la comodificación afectaba la libertad y creatividad humana creando una falsa conciencia que evita que las personas reconozcan su propia opresión (Lukács G., 2023). La conciencia crítica se vuelve una condición necesaria para ver a través de las ilusiones de una ideología dominante (Lukács G., 2023).
El lobo ya no distingue su naturaleza. El capitalismo como estructura económica genera una superestructura cultural y sociológica que altera el resto de planos de la vida de las personas, hasta el punto en que ellas absorben el sistema modificando su propia conciencia y alterando la percepción de la realidad.
Seres commodities
Paulatinamente la sociedad se ha transformado en un "espectáculo" (Debord G., 1967) donde las relaciones sociales son mediadas por imágenes y representaciones, en lugar de ser experiencias directas. Estas dinámicas alienan a las personas y las llevan a la pérdida de autenticidad en la cotidianeidad. Las personas se convierten en caricaturas del mercado eligiendo sus identidades a través de un catálogo ofrecido por el sistema mediado por la producción y el consumo de imágenes que actúa como un mecanismo de control social que incentiva el consumismo y la pasividad (Debord G., 1967).
Este consumo moldea nuestro comportamiento y alimenta el sistema a través de la energía que aportamos al sistema como sujetos convertidos en commodities.
Para el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, el humano de la modernidad tardía es “El Prometeo Cansado”, un ser agotado constantemente devorado por su propio ego, víctima y verdugo que sólo conoce su libertad como una condena de autoexplotación individualista (Byung-Chul Han, 2010).
Este agotamiento es producto del exceso de estímulos tecnológicos del mundo hiperglobalizado como la pornografía, el consumismo y el conjunto de la cultura que nos rodea y parasita a las personas hasta dejar de ellas solo su caparazón, el ego. Las enfermedades como la depresión, el estrés, la ansiedad, el desgaste ocupacional y otros trastornos límites se relacionan con el exceso de positividad moderna, la libertad de hacer lo que uno quiera (Byung-Chul Han, 2010), el liberalismo.
“La cultura digital hace que el humano se atrofie”. El exceso de positividad y la exigencia de rendimiento en la sociedad contemporánea generan un estado de fatiga crónica en los individuos; esta dinámica impacta en la subjetividad, las relaciones interpersonales y la cultura (Byung-Chul Han, 2010).
El ser humano pierde
el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia (Benjamin W., 1919). Como un niño que ha crecido con celular y televisión, la sociedad de los estímulos aleja al ser humano de su profundidad espiritual. Entre tantas distracciones, el ser humano no logra la quietud que permite explorar a fondo una sustancia, cuando lo intentamos, nos aburrimos (Byung-Chul Han, 2010).
La respuesta que el amo busca, es que el lobo domado responda a la carga del trineo, arrastrandolo con más fuerza. “Trabaja más duro para salir adelante”. En lugar de ser sometidos por la negatividad, nos sentimos atraídos por la positividad que promete libertad y autosuficiencia individual, somos sometidos a través de un discurso auto-explotador y eficientista.
El individuo se convierte en su propio dueño y amo de su sacrificio. En la "sociedad del cansancio", cada persona es a la vez su propio amo y esclavo (Byung-Chul Han, 2010). La antigua opresión ha sido reemplazada por un llamado a la acción: "¡Sí puedes!".
Las luchas de poder ya no se manifiestan en el ámbito público, sino en la lucha interna entre el "amo" y el "esclavo" que cada uno lleva dentro (Byung-Chul Han, 2010).
Frente a esto, Han argumenta que la revolución ya no es posible, ya que la promesa del "¡Tú sí puedes!" nos presenta un mundo lleno de oportunidades que debemos aprovechar. Si fracasamos, la culpa recae únicamente en nosotros mismos, sin responsabilidad externa.
Sobre esta promesa de éxito es la que millones de jóvenes latinoamericanos crecidos en la desigualdad se cargan, abalanzándose en una desenfrenada carrera que les conduce en muchos casos a saltar al abismo.
La pobreza material engendra un deseo de querer salir de ella y el sistema nubla la visión transformando la esperanza en ceguera, haciendo que “salir de la pobreza” sea sinónimo de un mundo de violencia, drogas, prendas y autos caros que sólo reproducen el ciclo de dependencia y dominación del capital por sobre el ser humano.
Caminamos tan cerca del colapso de nuestras sociedades y también de nosotros mismos, pero el camino está lleno de arbustos y ellos impiden ver el bosque. Sobre el borde del abismo, ¿cómo podemos liberarnos?
Referencias
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Ver también:
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